Tantos años como lleva en funcionamiento este blog, o quizá alguno más, llevaba un servidor sin coincidir en una sala de conciertos con uno de sus guitarristas fetiche, Vicente Amigo. Anoche, la espera tocó a su fin en un Palau de la Música que lució sus mejores galas para recibir a un talento privilegiado, a un artista que, tras más de un cuarto de siglo de exitosa carrera, sigue demostrando día a día que, además de ser uno de los referentes de la guitarra, es también uno de los flamencos que más y mejor asimila la influencia de otras músicas. Su último disco, Tierra, fusiona el arte gitanoandaluz con la música celta, obteniendo un resultado más que satisfactorio.
Los discos de Vicente Amigo se hacen esperar. El guitarrista, sevillano de nacimiento y cordobés de adopción y sentimiento, intenta que cada nueva grabación sea mucho más que un vehículo para lucir su virtuosismo, y ha conseguido una discografía referencial que nace de la autoexigencia, la búsqueda de nuevos sonidos y el afán por construir canciones que dejen poso en el oyente. El concierto de anoche se centró, como no podía ser de otra forma, en el último álbum, lo que necesariamente implica obviar la interpretación de algunos de los grandes clásicos del guitarrista. Después de un prólogo en solitario en el que Amigo lució poderío y expresividad con su guitarra, aparecio su banda en el escenario, sonaron dos canciones que marcan la trayectoria de Vicente Amigo (Mensaje y Tangos del Arco Bajo), en los que empezó a lucir la voz fina y gitana del cantaor Rafael de Utrera, y acto seguido la banda se sumergió en los temas de Tierra. Como espectador, pude apreciar la calidad de los diálogos entre la guitarra de Vicente Amigo y el violín de John McCusker, sobre los que se construyeron muchos de los mejores momentos musicales de la noche. Uno sigue viendo muy marcadas las influencias de dos monstruos como Paco de Lucía y Pat Metheny en el toque y la forma de componer canciones de Amigo, y eso, si se une al talento y la curiosidad de uno de los mejores guitarristas de nuestro tiempo, sólo puede dar un resultado óptimo. Tierra es el flamenco llevado a otro terreno, es el reflejo del ansia perfeccionista y el afán investigador de un artista con mayúsculas. Su presentación en Barcelona fue todo un éxito, que uno pudo apreciar en la intensidad de los aplausos y en esas conversaciones entre público e intérprete tan típicas de los conciertos flamencos. Uno tiene que escuchar Estación Primavera o Río de la seda y dejarse llevar. El disfrute está asegurado, como lo estuvo anoche en un Palau entregado al que las casi dos horas de concierto se le hicieron muy cortas. La cosa estuvo tan bien que hasta perdoné el hecho de salir a la calle sin haber escuchado Vivencias imaginadas. Que la próxima visita no se haga tanto de rogar, maestro.
El tema-título del último disco, en directo:
La que más eché de menos: