RADIO DAYS. 1987. 86´. Color.
Dirección: Woody Allen; Guión: Woody Allen; Dirección de fotografía: Carlo Di Palma; Montaje: Susan E. Morse; Diseño de producción: Santo Loquasto; Vestuario: Jeffrey Kurland; Música: Miscelánea. Temas de Harry James, Bing Crosby, Frank Sinatra, Duke Ellington, etc.; Producción: Robert Greenhut, para Orion Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Mia Farrow (Sally); Woody Allen (Narrador); Dianne Wiest (Bea); Seth Green (Joe); Julie Kavner (Madre); Michael Tucker (Padre); Josh Mostel (Tío Abe); Danny Aiello (Rocco); Wallace Shawn (El Vengador Enmascarado); Jeff Daniels (Biff Baxter); Tony Roberts (Emcee); Kenneth Mars (Rabino); Julie Kurnitz, Larry David, Todd Field, Mercedes Ruehl, Tito Puente, Robert Joy, Diane Keaton, William H. Macy.
Sinopsis: Allen recuerda su infancia, la vida en su barrio y con su familia en un suburbio neoyorquino a finales de los años 30, época en la que la radio era el entretenimiento favorito del público.
Cumplidos los cincuenta años, Woody Allen se lanzó a un ejercicio de nostalgia pura y dura que tituló Días de radio, y que viene a ser su particular recreación de Amarcord, una de las obras maestras de Federico Fellini. El director vuelve su mirada a los años de su niñez, y se centra en el contraste entre la vida humilde de su familia, y el glamour que rodea la existencia de las estrellas de la radio, por entonces el medio de entretenimiento de masas por excelencia, con permiso del cine.
Es el propio Allen quien ejerce de narrador, para que nadie se despiste en cuanto al carácter autobiográfico de su película. El protagonista es un niño judío, más bien delgaducho, que vive en un barrio de la periferia neoyorquina y escucha a todas horas los seriales y las canciones que se emiten en la radio. Mientras, sus padres se pelean a todas horas, pues ésta es su peculiar forma de quererse, su tía Bea busca, con escaso éxito, el amor verdadero, y su tío Abe consigue día tras día que el pescado sea la dieta casi exclusiva de la familia.
Días de radio son, en realidad, dos películas. Las escenas en las que el protagonista habla de su vida familiar me parecen, con mucho, las más conseguidas. En cambio, las historias de las estrellas de la radio me parecen, en general, superficiales, y aunque en ocasiones aporten momentos de diversión (la historia de Sally con Rocco, el mafioso, o las hazañas deportivas de un bateador extremadamente gafe, tienen ese punto de comicidad marca de la casa), en conjunto no consiguen un certero ensamblamiento con el núcleo central de la película y por momentos le dan a ésta un tono disperso. Con todo, el mejor momento de la película ocurre, en mi opinión, cuando ambos mundos se cruzan y el protagonista narra su primera visita al Radio City Music Hall mientras suena la voz de Frank Sinatra. Ahí, creo que por única vez en todo el film, Allen llega a tocar Amarcord con la punta de los dedos. El resto, en general, no desafina, pero tampoco entusiasma.
Lejos de los experimentos visuales que caracterizaron su larga colaboración con Gordon Willis, Allen vuelve a confiar en Carlo Di Palma, y de nuevo el trabajo del italiano es muy destacable. Las imágenes nos retrotraen a una época que Allen recuerda con un 70% de ternura y un 30% de cinismo, y lo hacen con precisión, acentuando el mencionado contraste entre el barrio gris en el que vive el protagonista, donde casi siempre llueve, y el mundo de lujo y luces de neón en el que habitan sus ídolos de la radio. Lástima que Allen se muestre mucho más certero al retratar lo que de verdad vivió que lo que surgía de su imaginación de niño.
Días de radio es una de las películas más corales de Woody Allen, si no la que más. Tanto, que se echa a faltar una voz solista en el reparto. En el tramo final de su actuación, Mia Farrow consigue hacer olvidar lo mucho que nos ha hecho padecer en las escenas anteriores con su insufrible voz de pito, pero una vez más es superada por Dianne Wiest, perfecta en su papel de solterona que no pierde la esperanza de encontrar al hombre de sus sueños. Los actores que interpretan al protagonista y su familia están, en general, muy acertados, y para recrear a las estrellas de la radio, Allen recurre a viejos amigos como Wallace Shawn o Tony Roberts, amén de a la excelente intervención de Diane Keaton como vocalista. Aparecen rostros luego muy conocidos en roles secundarios, casi de extras, como sucede en otros muchos films de este director con muy buen ojo para los actores. Repito, no obstante, que el éxito de Allen a la hora de darle cohesión al entramado es relativo.
Buena película, sin más, aunque contiene escenas brillantes, posee el encanto de la nostalgia metida en vena y su visionado es muy agradable. Allen no es Fellini, lo demostró en Recuerdos y vuelve a hacerlo aquí. Es lo que tiene ponerse el listón tan alto.