HANNAH AND HER SISTERS. 1986. 106´. Color.
Dirección: Woody Allen; Guión: Woody Allen; Dirección de fotografía: Carlo Di Palma; Montaje: Susan E. Morse; Diseño de producción: Stuart Wurtzel; Vestuario: Jeffrey Kurland; Música: Miscelánea. Temas de Bach, Puccini, Harry James, Count Basie, Dave Brubeck, etc.; Producción: Robert Greenhut, para Orion Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Mia Farrow (Hannah); Woody Allen (Mickey); Barbara Hershey (Lee); Dianne Wiest (Holly); Michael Caine (Elliot); Max Von Sydow (Frederick); Maureen O´Sullivan (Norma); Lloyd Nolan (Evan); Carrie Fisher (April); Sam Waterston (David); Julia Louis-Dreyfus (Mary); Lewis Black (Paul); Julie Kavner (Gail); J. T. Walsh, Christian Clemenson, John Turturro, Joanna Gleason, Daniel Stern, Tony Roberts.
Sinopsis: Hannah es una actriz de éxito que lleva una vida aparentemente perfecta junto a su segundo esposo, Elliot. Sus hermanas, Lee y Holly, van dando tumbos profesionales y sentimentales mientras tratan de superar sus adicciones. Sin embargo, la familia esconde algún que otro secreto: por ejemplo, que Elliot está perdidamente enamorado de Lee.
Woody Allen prolongó su estado de gracia con Hannah y sus hermanas, uno de sus films más aclamados por crítica y público. Una vez más, a partir de numerosos elementos autobiográficos, Allen traza un complejo mapa de las relaciones humanas, aderezado por las inquietudes metafísicas de un individuo de mediana edad, interpretado por él mismo. Más de una vez, el director ha comentado que esta película no le dio lo que pretendía de ella: es cierto que alterna momentos sublimes con otros casi prescindibles, pero viéndola se percibe que lo que intentaba Allen era hacer su obra maestra, el compendio definitivo de todo su saber hacer y de sus obsesiones. Desde este punto de vista, estoy de acuerdo en que no lo consiguió del todo.
La historia gira en torno a Hannah, columna sustentadora de una familia neoyorquina más bien disfuncional. Ella es, o eso es lo que todos creen, un modelo de estabilidad en el que los demás se apoyan para poner un punto de lógica en sus vidas, llenas de confusión. Hannah mantiene económicamente a Holly, una actriz fracasada que fue adicta a la cocaína, ejerce de mediadora en los conflictos de sus padres, y ha dado coherencia a la vida de su marido, Elliot, un rico hombre de negocios. No obstante, Elliot se siente muy atraído por la otra hermana, Lee, que vive con un pintor ermitaño. El ex-marido de Hannah, Mickey, es un productor de televisión hipocondríaco que busca respuestas sobre el sentido de la vida ante la sospecha de padecer un tumor cerebral.
Allen puro y duro, como puede verse. Avatares sentimentales e inquietudes de cariz existencial servidos en clave tragicómica, con un punto de amargura y el humor como válvula de escape. Lo mejor de la película se concentra, en mi opinión, en su primera mitad, y en concreto en la descripción del triángulo amoroso que forman Elliot, Lee y Hannah (ésta, a su pesar). Allen retrata con maestría la locura de un hombre enamorado y la dicha que produce el ser correspondido, pero también la lucha frente a la culpa, al dilema moral de la traición a las personas engañadas, una de las cuales es esposa y hermana de los adúlteros. Nada de lo que les ocurre al resto de personajes, a excepción de las vivencias de Mickey durante su curiosa conversión al catolicismo, tiene el mismo interés que lo que ocurre entre Elliot, Lee, Hannah y Frederick, por mucho que el personaje de Holly esté muy bien construido. Añado que, en lo personal, el hecho de que el autor considere que el amor (y, por extensión, la reproducción de la especie) sea la mejor, si no la única, manera de soportar el sinsentido de la existencia, me deja un poco a medias. En lo técnico, Allen sustituye en esta ocasión al gran Gordon Willis por Carlo Di Palma, sin que el resultado se resienta, lo que habla del buen trabajo del italiano. El director se permite algún ejercicio de virtuosismo (esa cámara que circula alrededor de las tres hermanas cuando comparten mesa y mantel) que creo que ni suma ni resta, pero embellece. Respecto a la historia, tiene altibajos, los suficientes como para considerar que no justifica que este film sea uno de los más largos de toda la carrera de Allen.
En cuanto al reparto, Allen se limita a no actuar, y Mia Farrow es quien sale más desfavorecida en la comparación entre las interpretaciones de las tres hermanas protagonistas. Dianne Wiest y Barbara Hershey están espléndidas; Farrow, poco más que correcta. Con todo, lo que más resalta es el recital (uno más, pero éste le dio, por fin. el Oscar) de Michael Caine, en la que tal vez sea la mejor interpretación masculina de toda la filmografía de Woody Allen. A Max Von Sydow, en cambio, le encuentro algo desaprovechado. Maureen O´Sullivan, madre de Farrow en la vida real, interpreta con corrección a una actriz alcohólica y decadente, en un papel que parece la típica venganza contra la suegra, pero con coartada artística.
No fue lo que pretendía ser, pero sigue siendo mucho. Hannah y sus hermanas cierra una de las mejores etapas creativas de Woody Allen, y merece ser recordada por diversos aspectos, de entre los que destaco especialmente el momento e.e.cummings. Los conocedores ya saben de qué hablo; los demás, a hacer los deberes.