BULLETS OVER BROADWAY. 1994. 96´. Color.
Dirección: Woody Allen; Guión: Woody Allen y Douglas McGrath; Dirección de fotografía: Carlo Di Palma; Montaje: Susan E. Morse; Diseño de producción: Santo Loquasto; Vestuario: Jeffrey Kurland; Música: Miscelánea. Temas de Al Jolson, Duke Ellington, Bix Beiderbecke, Cole Porter, etc.; Producción: Robert Greenhut, para Sweetland Films-Miramax (EE.UU.).
Intérpretes: John Cusack (David Shayne); Chazz Palminteri (Cheech); Dianne Wiest (Helen Sinclair); Jennifer Tilly (Olive); Jim Broadbent (Warner Purcell); Mary-Louise Parker (Ellen); Jack Warden (Julian Marx); Joe Viterelli (Nick Valenti); Tracey Ullman (Eden); Rob Reiner (Flender); Harvey Fierstein, Stacey Nelkin, Edie Falco, Tony Sirico, Paul Herman, John Doumanian.
Sinopsis: David es un dramaturgo con grandes pretensiones artísticas que, para ver estrenada su última obra, debe aceptar que uno de los papeles principales lo interprete Olive, la amante del gángster que produce el montaje.
Con Balas sobre Broadway, Woody Allen volvió a sus queridos años 20 y mezcló gangsterismo y mundo del espectáculo, como ya había hecho, aunque de forma menos explícita, en Broadway Danny Rose. El resultado es una de las últimas obras mayores del cineasta neoyorquino, chispeante en su comicidad y, al mismo tiempo, portadora de un mensaje nada trivial sobre la creación artística.
El alter ego de Allen es David, un joven dramaturgo que sueña con conseguir el éxito sin perder la integridad. Harto de que actores y directores modifiquen sus ideas, decide dirigir él mismo su nueva obra, aunque esto, por su inexperiencia y falta de prestigio en el gremio, dificulte la financiación del proyecto. La cosa cambia cuando Julian, agente de David, conoce a un mafioso cuya amante, una corista, desea ser actriz. El pacto es sencillo: el gángster produce la obra a cambio de que su protegida, una paleta sin talento ni cultura, tenga un papel importante en la función. Cuando conoce el acuerdo (y a la susodicha) David monta en cólera y se niega a venderse, aunque acaba transigiendo, ante todo porque la otra parte contratante es un pez gordo en el negocio de matar gente, pero también porque a cambio puede elegir al resto del elenco y conseguir que se respete su texto. El problema es que ese texto no acaba de gustarle a nadie. Ni siquiera a Cheech, el guardaespaldas de Olive, que asiste a las funciones y hace comentarios sobre la obra que, cuando se aplican, siempre acaban mejorándola. David descubre que Cheech es, además de un matón, un tipo con madera de escritor, y le deja reescribir la obra a cambio de llevarse él la gloria.
Además de decirnos que es mejor tener talento que oficio, y de hacer un retrato más despiadado que cariñoso de todo lo que rodea al mundo del teatro, Allen (ayudado por Douglas McGrath) crea una obra vivaz, en la que luce lo mejor de su ingenio y es su último gran film de época. Una vez más, la elección de la música desvela la melomanía del director, y, como en Sombras y niebla, comicidad y crímenes se llevan la mar de bien. El habitual Carlo Di Palma cumple de nuevo a la perfección, en un film en el que varias conversaciones son observadas desde lejos por la cámara, la cual parece querer marcar distancias con los interlocutores, quizá para dejar claro que, por mucho que el film hable de teatro, es cine. Por otra parte, coincido con Allen en que para los verdaderos artistas nada hay tan importante como su propia obra, y que ellos, al igual que los grandes científicos, se distinguen del resto de los mortales por su capacidad para sacrificar lo que haga falta, siempre que su creación se vea beneficiada con ello. Esto lo comprende David, y de ahí su reacción final.
El guión, excelente, también proporciona diversos momentos divertidos, que culminan en la conversación (a cuatro bandas) sobre sexo y amor en plena noche neoyorquina. Otros gritos anteriores (los de David comparándose con una prostituta) son dignos del mejor Allen comediante, ése capaz de alternar el humor juguetón con el sarcasmo más sangrante.
Se dice, con razón, que Woody Allen es un muy buen director de actores. Pues bien, pocas veces en sus films el elenco ha sido mejor elegido y aprovechado que en Balas sobre Broadway. John Cusack es quizás el actor que mejor ha interpretado a Woody Allen, más allá del propio interesado, pues consigue comunicar sus claves sin que el resultado sea un aluvión de tics impostados. Dianne Wiest, sencillamente, lo borda, y nunca deja de ser una gran diva de las tablas para la que toda su vida es un escenario. Chazz Palminteri es muy creíble en la piel de un matón de barrio con alma de artista, y Jim Broadbent está divertidísimo dando vida a un gran actor británico de glotonería sin límites. Jennifer Tilly resulta de lo más convincente en el papel más arquetípico de todos, el retrato perfecto de todas esas mujeres del espectáculo que no son otra cosa que cuerpos sin talento ni cerebro. Jack Warden, Joe Viterelli o Tracey Ullman actúan como lo que son, verdaderos secundarios de lujo, y el director Rob Reiner aprovecha muy bien los diversos momentos cómicos que se le brindan. Mary-Louise Parker, que está bien, se me queda algo corta en comparación con sus compañeros, entre los que también figuran dos intérpretes, Edie Falco y Tony Sirico, a quienes mafia y televisión hicieron célebres.
Gran película, divertida, ingeniosa y con poso. Otro Allen imprescindible.