THE CONVERSATION. 1974. 112´. Color.
Dirección : Francis Ford Coppola; Guión: Francis Ford Coppola; Director de fotografía: Bill Butler; Montaje: Richard Chew, supervisado por Walter Murch; Edición de sonido: Walter Murch; Diseño de producción: Dean Tavoularis; Música: David Shire; Producción: Francis Ford Coppola, para The Directors Company-Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Gene Hackman (Harry Caul); John Cazale (Stan); Robert Duvall (Director); Frederic Forrest (Mark); Allen Garfield (Bernie Moran); Cindy Williams (Ann); Michael Higgins (Paul); Elizabeth MacRae (Meredith); Teri Garr (Amy); Harrison Ford (Martin Stett); Mark Wheeler, Robert Shields, Phoebe Alexander.
Sinopsis: Harry Caul es un hombre solitario y, a la vez, el mejor especialista en grabación de sonidos del país. Recibe el encargo de interceptar la conversación entre dos jóvenes; al analizarla, descubre que ambos corren peligro de ser asesinados.
Entre las dos primeras partes de El Padrino, Francis Ford Coppola rodó La Conversación, un proyecto mucho más modesto y personal (ésta es una de las escasísimas ocasiones en las que Coppola filma un guión escrito íntegramente por él) que pasó bastante desapercibido entre las obras dedicadas a los Corleone. La película, no obstante, está a la gran altura que puede esperarse de uno de los mejores directores norteamericanos en la cúspide de su carrera.
Coppola, director cinéfilo. conocía bien el cine europeo, empezando por el francés: por ello, en este thriller incorpora distintos elementos característicos de Godard y otros directores de la nouvelle vague, pero también de los policiales de Jean-Pierre Melville. Por momentos, La Conversación parece un polar a la americana, deudor de una ética y una estética muy distintas de las de los thrillers yanquis al uso. Coppola propone un estilo narrativo exigente para el espectador, pues éste recibe en todo momento la información al mismo tiempo que el protagonista: el film empieza y acaba (nunca mejor dicho) en Harry Caul, un hombre solitario cuyas relaciones personales están abocadas al fracaso. Es el número uno en su profesión, que ejerce con minuciosidad extrema y total imparcialidad. Una vez, en el pasado, no romper su principio de obtener la mejor grabación posible sin atender a lo que decían esas grabaciones, tuvo como resultado el asesinato de personas inocentes. En la soledad de Harry hay algo de voluntad, pero mucho más de obligación: quienes le conocen le acusan de ser un tipo frío y hermético, pero cuando se abre a los demás, ellos, invariablemente, abusan de su confianza. Por tanto, Harry se refugia en sus dos pasiones, su trabajo y el jazz, hasta que descubre que su último encargo puede provocar de nuevo la pérdida de vidas inocentes y decide implicarse para evitarlo.
La Conversación es una película fría, en la narración y en la estética. Además del de Coppola, otro nombre clave del film es Walter Murch, que supervisa el montaje (aspecto en el que la obra es modélica) y es el artífice del sonido, en torno al cual gira toda la acción. Ya desde el principio, se pone el énfasis en la forma en la que Harry utiliza la tecnología para grabar el diálogo entre dos jóvenes, que están en un parque público abarrotado de gente y en el que un grupo de jazz actúa para los transeúntes. Alrededor de esta conversación teje sus hilos la película, y a medida que Harry (y con él, el espectador) consigue descifrar las palabras, parece más evidente que la misteriosa organización que le ha encargado las escuchas se propone asesinar a la pareja del parque.
La fotografía huye de lo preciosista (se nota que no la firman dos habituales de Coppola, Willis y Storaro) y lo recargado, que quedan para algunos movimientos de cámara característicos del director (véase la forma en que se conectan los tres puntos de escucha en la escena del parque), y la música, de David Shire, es elegante aunque, como ocurre con los diálogos, desaparece paulatinamente. Al final sólo quedan la grabación, Harry (y sus demonios) y el crimen que se va a cometer. Un personaje contra el mundo, rasgo típico en la obra de Coppola. Además de un atípico thriller, La conversación es todo un estudio de la soledad del hombre moderno, rodeado de tecnología pero lejos de poder establecer relaciones sinceras con sus semejantes. Las escenas que transcurren en la convención, así como la fiesta posterior, dejan bien claro este aspecto, por no hablar del final, uno de los más ásperos y desoladores que se han visto en el cine norteamericano.
Gene Hackman ha dicho más de una vez que, de todos los films en los que ha participado, La conversación es su favorito. Le entiendo. Para un actor de su calibre, capaz de ser grande desde la contención, el papel de Harry Caul es todo un regalo, que Hackman aprovecha a base de bien. Le pone rostro a la soledad, al perfeccionismo, a la sensibilidad y a la compasión de un personaje tan parco en palabras como rico en matices. Él y la grabación son los dos grandes personajes de la película. El resto, interpretado por habituales del director como John Cazale, Frederic Forrest, Teri Garr, Robert Duvall o un primerizo Harrison Ford, pone su buen hacer en una historia que les pertenece sólo en parte… la parte en la que ellos definen a Harry Caul y marcan lo que va a ocurrirle. Muy bien, eso sí, casi todos ellos. También otro habitual: Allen Garfield.
Película a recuperar con urgencia, La conversación nos trae a un Coppola menos grandilocuente, pero igual de inspirado que en sus mejores obras. A un servidor, como creo le ocurrirá a otras muchas personas, no le resulta nada difícil empatizar con un personaje a priori tan distante como Harry Caul, un lobo solitario en un mundo de hienas.