BULLITT. 1968.112´. Color.
Dirección: Peter Yates; Guión: Alan R. Trustman y Harry Kleiner, basado en la novela de Robert L. Pike Mute Witness; Dirección de fotografía: William A. Fraker; Montaje: Frank P. Keller; Música: Lalo Schifrin; Dirección artistica: Albert Brenner; Vestuario: Theadora Van Runkle; Producción: Philip D´Antoni para Warner Bros.- Seven Arts (EE.UU.).
Intérpretes: Steve McQueen (Frank Bullitt); Robert Vaughn (Walter Chalmers); Jacqueline Bisset (Cathy); Don Gordon (Belgetti); Simon Oakland (Capitán Bennett); Norman Fell (Capitán Baker); Robert Duvall (Weissberg); Georg Stanford Brown (Dr. Willard); Felice Orlandi (Albert Renick); Justin Tarr, Carl Reindel, Vic Tayback, Robert Lipton, Ed Peck, John Aprea.
Sinopsis: El teniente Frank Bullitt debe proteger a un testigo que va a declarar contra la Mafia. Sin embargo, el hombre es tiroteado y Bullitt debe averiguar quién está detrás del asunto.
Bullitt es una de las películas más recordadas de Steve McQueen, una de las grandes estrellas del Hollywood de finales de los 60. El actor utilizó su poder y solicitó que el film lo dirigiera el casi novato Peter Yates, cuyo film anterior, El gran robo, había impresionado a McQueen. Bullitt es un thriller policíaco muy de su época, en el que un oficial de policía tan lacónico como competente se enfrenta a un entramado de corrupción oculto tras la figura de un testigo que va a declarar en un juicio contra la Cosa Nostra (denominada en el film Organización). Lo mismo que ocurrió en el western, y en parte por la influencia del cine europeo, los policíacos de la época adoptan un tono crepuscular y moralmente ambiguo, actuando como reflejo de una sociedad en la que los valores se transforman y los poderosos de ambos lados de la ley cada vez se diferencian menos entre sí. Bullitt, film de estilo seco, a la manera de los films franceses del género, nos presenta a un héroe que se mueve en un entorno corrupto sin perder su integridad: el corte moral del protagonista es el de los policías de siempre; lo que ha cambiado (a peor) es su mundo.
Sin duda, la escena más recordada de Bullitt es la de la persecución automovilística, de más de diez minutos de duración, que está rodada de forma magistral. La última escena no le va muy a la zaga en cuanto a calidad, y en conjunto el film es notable en cuanto a pericia técnica: el Oscar al mejor montaje se me antoja merecido, la fotografía, que aprovecha a la perfección las grandes posibilidades cinematográficas que ofrece la ciudad de San Francisco, es digna de una gran producción, y la música de Lalo Schifrin demuestra una vez más la habilidad del compositor argentino para crear temas memorables con base jazzística. El problema es que, en lo narrativo, Bullitt me parece endeble: si el modo en el que se presenta el conflicto principal es confuso, el de resolverlo no lo es menos. Yates juega la carta de eliminar en lo posible los diálogos, que le funciona muy bien en las escenas de acción, pero no en las demás, pues ahí las frases tendrían que ser mejores para no empequeñecer un film técnicamente impecable. Además, el rol de la protagonista femenina es puramente ornamental (es decir, prescindible) y a los malvados les falta, creo, empaque. Yates no es Melville, Siegel o Lumet, y la película lo nota. Tampoco el guión le ayuda: el desarrollo de la trama peca de lentitud, gran parte de los personajes carecen de entidad y son más bien planos, y otros, en cambio, están desaprovechados. Bullitt lo tiene todo para ser una gran película, contiene elementos que la han hecho pasar a la historia del cine y que han sido muy influyentes en films posteriores, pero cojea en aspectos fundamentales: ni la historia que se cuenta es demasiado original, ni se narra con el brío necesario, el cual sólo aparece en las escenas de acción.
Todo el peso de la película, y no poco de su encanto, recae sobre los hombros de Steve McQueen, actor que, entre otras cosas, es el paradigma de lo cool. Su magnetismo en pantalla es indiscutible, lo mismo que su elegancia: además, sabía actuar, y explotar sus cualidades físicas e interpretativas en papeles hechos a su medida. El resto del elenco no le acompaña demasiado: Robert Vaughn cumple sin estridencias, Jacqueline Bisset está bellísima pero lastrada por un personaje sin entidad, y a Robert Duvall se le desaprovecha sin paliativos.
En resumen, Bullitt es una película cuyas grandes virtudes quedan en parte lastradas por un guión mejorable y una dirección mucho más inspirada en lo técnico que en explicar una historia. Eso sí, un lujo para los fans de Steve McQueen y Jacqueline Bisset, que además contiene la que tal vez sea la mejor escena automovilística de la historia del cine.