THE SIXTH SENSE. 1999. 107´. Color.
Dirección: M. Night Shyamalan; Guión: M. Night Shyamalan; Dirección de fotografía: Tak Fujimoto; Montaje: Andrew Mondshein; Música: James Newton Howard; Dirección artistica: Philip Messina; Diseño de producción: Larry Fulton; Producción: Kathleen Kennedy, Frank Marshall y Barry Mendel, para Hollywood Pictures-Spyglass Entertainment (EE.UU.).
Intérpretes: Bruce Willis (Dr. Malcolm Crowe); Haley Joel Osment (Cole Sear); Toni Collette (Lynn Sear); Olivia Williams (Anna Crowe); Trevor Morgan (Tommy Tammisimo); Donnie Wahlberg (Vincent Grey); Peter Tambakis (Darren); Jeffrey Zubernis (Bobby); Bruce Norris, Glenn Fitzgerald, Greg Wood, Mischa Barton, Angelica Torn, M. Night Shyamalan.
Sinopsis: Malcolm Crowe, un reputado psiquiatra, es tiroteado por un ex-paciente la misma noche en la que recibe un premio por su trabajo. Un año después, Crowe conoce a un niño con problemas emocionales, cuyo cuadro médico coincide en muchos aspectos con el del chico que le disparó.
El sexto sentido fue, en su momento, un bombazo que elevó a lo más alto de la industria a su director y guionista, el casi novato M. Night Shyamalan. Este thriller sobrenatural con niño protagonista reventó taquillas, consiguió el beneplácito de gran parte de la crítica e, incluso, popularizó una frase que a muchos nos ha venido a la mente en el metro o en la oficina: «Veo gente muerta». Pasados tres lustros del fenómeno, lo que ha quedado es una película muy buena, inquietante y bien elaborada, aunque tramposa y menos original en su planteamiento (y desenlace) de lo que muchos creen.
El problema de ser psiquiatra es que uno se gana la vida tratando a gente que anda mal de lo suyo. Esto lo descubre el doctor Crowe de la peor manera, al ser tiroteado por un ex-paciente a quien no fue capaz de ayudar. Un año después, al prestigioso psiquiatra se le concede una de esas raras segundas oportunidades que da la vida en la figura de un niño, Cole, cuyo caso es casi idéntico al que acabó costándole un balazo.
En lo referente al argumento, El sexto sentido presenta apreciables similitudes con un semidesconocido film de culto de los 60, El carnaval de las almas, que Shyamalan sin duda conoce bien. En su película el protagonista es un niño, en lugar de una mujer, y el presupuesto mucho mayor, lo que sin duda conlleva una mayor vistosidad del producto. Servidor, que es bastante refractario a lo sobrenatural y esotérico, reconoce, sin embargo, que Shyamalan sabe hacer buen cine con una historia digna de Iker Jiménez, a veces tramposa y otras efectista (también en el buen sentido de la palabra, que lo tiene): la capacidad del director para crear y dosificar la tensión es encomiable, pues sabe dar el salto desde un miedo particular (el del niño protagonista) al miedo como elemento presente en la psique de los espectadores. Ese tránsito de lo individual a lo universal es propio de las grandes obras de arte; por momentos, El sexto sentido consigue serlo, hipnotiza al público, lo sumerge en un tenso crescendo y lo desarma con un elogiadísimo final que, más allá del primer visionado, no me parece lo más destacable de la película. Me interesa más el arte que emplea Shyamalan en llegar a ese final, lo inspirado de la fotografía, el acertado empleo de la música de James Newton Howard o el nada complaciente retrato que el director hace de la infancia, más El señor de las moscas que Mary Poppins, que ese trasfondo supernatural de redenciones venidas del más allá. La película funciona mejor cuando retrata (y provoca) el miedo, cuando pone voz y rostro a los fantasmas que, de una forma u otra, a todos nos son familiares, que cuando se pone trascendente. Dicho lo cual, si uno ve con tanto interés una historia que atenta de tal modo contra la lógica, y a la que las costuras se le ven de vez en cuando, es que esa historia está muy bien puesta en escena. En este aspecto, Shyamalan hace gala de una virtud que muchos buscan y no tantos (Alfred Hitchcock, seguramente, el que más) poseen, y es la de saber ser irracional, palabra que también admite un significado no peyorativo. El sexto sentido es una película que progresa, que mejora conforme avanza y que tiene escenas de una fuerza inusual: la que más, probablemente, sea ésa en la que un padre descubre el motivo por el que ha perdido a la mayor de sus hijas.
Ah, y el reparto está realmente bien, empezando por un Bruce Willis muy alejado de los papeles que le hicieron célebre. El tipo sabe actuar, algunos lo sabemos desde Luz de luna. Haley Joel Osment, un niño que ya tenía bastante experiencia tanto en la pequeña como en la gran pantalla, hace un gran papel y resulta muy convincente como freak dotado de una sensiblidad especial. Muy bien Toni Collette, y muy acertados los niños cabrones que rodean a Cole. Dos últimos apuntes sobre los intérpretes: la intervención de Donnie Wahlberg es meritoria, y Shyamalan, como actor, es bastante malo.
Cine del bueno, del que engancha y deja huella. Le faltan (y le sobran) algunas cosas para alcanzar la excelencia, pero sigue siendo la mejor película de un director cuya carrera se encuentra hoy en caída libre.