No recuerdo haber entrado nunca al Jamboree siendo aún de día, pero siempre hay una primera vez para todo. Por aquello de que después cenaba en el Shunka, uno de mis restaurantes favoritos, asistí al primer pase que ofreció el trío de Bill McHenry en el sótano de la Plaça Reial. Buen ambiente, mejor del esperado en pleno Viernes Santo y en horario infantil, y reencuentro con un músico que conoce muy bien Barcelona y siempre aporta cosas interesantes cuando pisa un escenario.
McHenry es un excelente improvisador, elegante, lleno de buenas ideas y poseedor de un excelente sonido. Tanto en los standards como en las composiciones propias es capaz de abordar solos de largo recorrido, pero llenos de coherencia, en los que todo parece fluir sin esfuerzo. Hacía algunos años que no le veía tocar en directo, pero McHenry, que actuó junto a todo un clásico de la escena barcelonesa como Horacio Fumero y al joven batería Ramon Prats, apenas ha variado su discurso musical, lo mismo que yo tampoco he variado la buena opinión que tengo de él. Piezas largas, varias de ellas con un marcado tono intimista, y jazz moderno pero sumergido en la tradición, totalmente acústico y de distancia corta. Al final de su espectáculo, McHenry cogió el micrófono y, en un curioso castellano de Maine, recordó que hacía ya casi veinte años desde sus primeros bolos en el Jamboree junto a Fumero (por allí andaba ya un servidor, que pertenece a la misma generación que este brillante saxofonista), antes de demostrar que, además de con el jazz, puede ganarse bien la vida haciendo monólogos. No obstante, toca mejor que habla.
En cuarteto, junto a John McNeil:
En el mismo Jamboree, acompañando al trío de Dani Domínguez: