BLIND DATE. 1987. 89´. Color.
Dirección: Blake Edwards; Guión: Dale Launer; Dirección de fotografía: Harry Stradling; Montaje: Robert Pergament; Diseño de producción: Rodger Maus; Música: Henry Mancini; Dirección artística: Peter Landsdown Smith; Producción: Tony Adams, para Tri-Star Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Kim Basinger (Nadia); Bruce Willis (Walter Davis); John Larroquette (David Bedford); William Daniels (Juez Bedford); George Coe (Harry Gruen); Mark Blum (Denny Gordon); Phil Hartman (Ted Davis); Stephanie Faracy (Susie Davis); Graham Stark (Jordan); Alice Hirson, Joyce Van Patten, Sab Shimono, Armin Shimerman, Timothy Stack, Bob Ari, Stanley Jordan.
Sinopsis: Walter Davis es un atribulado ejecutivo que carece de acompañante para una trascendental cena de negocios de su empresa. Acepta quedar con Nadia, una amiga de su cuñada a la que no conoce, y desde ese momento se verá envuelto en todo tipo de problemas.
Blake Edwards tiene en su haber un puñado de obras importantes, no todas ellas comedias. En la década de los 80, su mejor época ya había pasado, pero todavía conservaba buena parte de su capacidad para hilvanar situaciones cómicas, como puede verse, por ejemplo, en Cita a ciegas, film que intenta ser una actualización de las screwball comedies que hicieron furor en los años 30 y 40, películas románticas y desmadradas llenas de diálogos ingeniosos. Cita a ciegas no llega a la altura de los clásicos del género, pero se ve con agrado.
Estamos en los 80, la época en la que los sueños de paz, amor y revolución se habían esfumado y los yuppies eran los amos del universo. Uno de ellos, Walter Davis, trabaja como como un poseso para prosperar en su empresa, y este hecho le impide encarrilar su vida sentimental, hasta el punto de que tiene que recurrir a su muy poco fiable hermano Ted para que le consiga una acompañante para una cena de negocios. Ted le recomienda a Nadia, una chica del Sur, nueva en la ciudad, que en su opinión es bellísima. La chica sólo tiene un defecto: que pierde los estribos cada vez que bebe alcohol. En cuanto la conoce, Walter queda prendado de su belleza y no tarda en saltarse la recomendación (interesante comprobar el distinto modo en que Ted y Susie explican a Walter el defecto de Nadia) de su hermano. Lo hace con la sanísima intención de que la chica se desinhiba para poder llevársela más fácilmente al catre, pero el cuelgue de Nadia es mayúsculo, y ya en la cena (en la que hay momentos desternillantes que recuerdan a El Guateque) consigue que Walter pierda su empleo. Sin embargo, sus problemas sólo acaban de empezar.
La primera mitad de Cita a ciegas funciona de maravilla: chico conoce a chica, chica resulta ser un bombón, surge la química, chico se sumerge en una espiral de desastres, provocados en parte por el hiperceloso novio de la muchacha, y chico pierde chica. A partir de ahí, la película flojea, y se salva más por la intervención de los personajes secundarios, como el juez Bedford o su mayordomo, que por el progresivamente edulcorado devenir de la pareja protagonista, cuyas apariciones sólo alcanzan el nivel de la primera parte en la escena del reencuentro en casa de Ted. No obstante, Blake Edwards es un mago de la comedia y sabe sacarle jugo a una historia que deriva hacia lo tópico, alternando el humor grueso de fuerte carga sexual y los gags visuales, una de sus grandes especialidades y en la que más se reconoce su deuda con los grandes del cine cómico de la época muda. Prevalece el tono agradable, pero Edwards acredita que no se le ha olvidado morder, aunque sólo lo haga a ratos. En lo formal, a la película pueden ponérsele muy pocos peros y, por lo que respecta a la música, nos encontramos a un Henry Mancini cuyos momentos de mayor inspiración quedan ya lejos. En este aspecto, lo mejor del film es la aparición de un talento que al que vi tocar hace muy poco: Stanley Jordan.
En la época en que se rodó Cita a ciegas, Kim Basinger era el sex-symbol de Hollywood por antonomasia. Encumbrada por esa vacua historia erótica llamada Nueve semanas y media, la actriz, que ya había rodado a las órdenes de Blake Edwards en su irregular versión americana de El amante del amor, muestra una vis cómica que nunca explotó con mayor destreza, además de la sensualidad que la convirtió en el mito erótico de toda una generación. En esta clase de películas, la química entre los protagonistas es fundamental, y la de Basinger cn Bruce Willis, entonces un actor en auge gracias al éxito de la comedia televisiva Luz de luna, funciona. Willis no es Cary Grant, pero no desentona en absoluto. Eso sí, el que se luce es John Larroquette, otro famoso televisivo, en el papel de David, una especie de Otelo de brocha gorda en el que se amalgama todo el patetismo del amante despechado que no se resigna a su suerte. Muy bien, como ya se ha dicho, William Daniels y Graham Stark, y correcto el resto del elenco.
Cita a ciegas es el último film decente de Blake Edwards. Sin estar a la altura de sus mejores obras, sí es muy superior a gran parte de las comedias que Hollywood facturó en la década de los 80.