ART Y LAURIE PEPPER, Una vida ejemplar (Straight Life). Global Rhythm. 552 páginas.
Para el aficionado al jazz, Art Pepper pertenece al Olimpo de los saxofonistas. Su vida fue muy azarosa, por decirlo con una suavidad que pega muy poco con este libro, probablemente la autobiografía más sincera que un músico haya escrito. La carrera musical de Pepper fue una montaña rusa, con puntas de genialidad y largos períodos oscuros, marcados por la adicción a la heroína y por diversas estancias en prisión. La última compañera de Art Pepper, Laurie, que fue la persona que más contribuyó a la resurrección musical del saxofonista en la última década de su vida, fue también quien dio forma al libro, entrevistando en profundidad al protagonista, así como a otras personas, la mayoría músicos y amigos, capaces de aportar puntos de vista diferentes al del muy subjetivo Arthur.
Otros músicos blancos contemporáneos de Pepper, como Bill Evans, Chet Baker o Stan Getz, llegaron a lo más alto en el planeta jazz y fueron yonquis notables. Ninguno de ellos, salvo quizá el Baker de los últimos años, cayó tan bajo como Pepper, un hombre tan capaz de hacer música prodigiosa como de convertirse en un verdadero paria de la sociedad… sin perder el estilo. Una vida ejemplar puede leerse como las memorias de un genio atormentado e incapaz de asumir el éxito, como el ajuste de cuentas de un hombre con su pasado, y también como la prueba de que, en cuestión de excesos, los rockeros no inventaron nada. Hombre consciente de su talento y especialista en desperdiciarlo, Pepper tuvo una relación de amor-odio con la música, pero del primero surgieron álbumes como Art Pepper meets the rhythm section, que le convirtieron en uno de los jazzmen más admirados de su tiempo. Sin embargo, Una vida ejemplar no es un libro sobre jazz. O, para ser más exactos, no es sólo eso. El libro habla del significado de tener una infancia dura en la América de entreguerras, de las conflictivas relaciones familiares, de la experiencia del soldado, del florecimiento de un músico de talento, que brilló con luz propia en la fenomenal orquesta de Stan Kenton, de las giras, del sexo, de los viajes psicotrópicos, del código de los presos, de la vida al margen de la ley, de las mujeres en concreto y en abstracto, del black power, del particular universo de los centros de desintoxicación para drogadictos, del miedo a no ser capaz de volver a ser quien fuiste. En definitiva, de una vida tan caótica como apasionante, descrita con inusual crudeza, y que desembocó, con Pepper ya muy tocado en lo que a la salud se refiere, en un torrente de discos imprescindibles, llenos de pasión y belleza, como Living legend, The trip, Winter Moon o Today, por citar sólo unos cuantos de los tesoros que Pepper ofreció en la postrera, y más prolífica, etapa de su vida musical.
Art Pepper tuvo, sin duda, una vida digna de ser contada. Lo hizo él mismo, con sinceridad encomiable, en una autobiografía que sirve como pocas para entender al oscuro individuo que había detrás del genial saxofonista. Leer a Pepper es una experiencia tan intensa como la que proporciona su música. La edición es excelente (en la línea habitual de Global Rhythm), la traducción muy buena y el contenido, para no perdérselo.