Hace poco más de un año, Eric Revis, el contrabajista que acompaña a un tal Branford Marsalis desde hace casi dos décadas, trajo al Jamboree a su cuarteto, y ofreció un espectáculo jazzístico de primer nivel. Anoche, el grupo regresó al lugar del crimen, y volvió a dejar huella. Eric Revis, Bill McHenry, Darius Jones y Chad Taylor forman una banda que, sobre un escenario, es pura dinamita.
Confieso que ayer tuve un día largo, y a ratos complicado, y que entre unas cosas y otras llegué bastante cansado al concierto. No importó, los cuatro músicos me despertaron de golpe con su jazz contundente, vigoroso y lleno de ritmo, con momentos que entraban de lleno en el free y un sonido compacto que lleva al grupo mucho más allá del ejercicio de virtuosismo. Aunque de eso hay, y mucho. El impasible Chad Taylor te deja estupefacto con su dominio de la batería, McHenry es un improvisador lleno de buenas ideas, Jones energía pura, y el líder, por resumir, es uno de los mejores del mundo en lo suyo. Juntos hacen música arriesgada, que exige la implicación de la audiencia y da muchas cosas a quien la tiene. Canciones largas en las que, en ocasiones, la melodía se pierde para regresar con nuevas energías al cabo de unos minutos. Temas que buscan la solidez huyendo de la concatenación de solos más o menos brillantes. Un grupo de referencia, hasta para esas ocasiones en las que a uno le acosa el sueño.
Una canción que resume lo que es este cuarteto: