KRAMER VS. KRAMER. 1979. 106´. Color.
Dirección : Robert Benton; Guión: Robert Benton, basado en la novela de Avery Corman; Dirección de fotografía: Néstor Almendros; Montaje: Jerry Greenberg; Música: Henry Purcell, Antonio Vivaldi; Diseño de producción: Paul Sylbert; Producción: Stanley R. Jaffe, para Columbia Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: Dustin Hoffman (Ted Kramer); Meryl Streep (Joanna Kramer); Justin Henry (Billy Kramer); Jane Alexander (Margaret Phelps); Howard Duff (John Shaunessy); George Coe (Jim O´Connor); JoBeth Williams (Phyllis Bernard); Bill Moor (Gressen); Howland Chamberlain (Juez Atkins); Jack Ramage, Jess Osuna, Nicholas Hormann, Ellen Parker, Shelby Brammer, Ingeborg Sorensen.
Sinopsis: El mismo día que consigue su mayor ascenso profesional, Ted Kramer ve cómo su esposa le abandona, harta de un matrimonio que no la satisface. Ted se queda a cargo de Billy, el hijo de la pareja.
Robert Benton, reputado guionista metido a director de películas con pretensiones de autoría, dio un giro comercial a su carrera con Kramer contra Kramer, melodrama que aborda el problema de la ruptura matrimonial con hijos pequeños de por medio. Sólido y bien narrado, el film fue un rotundo éxito de taquilla que, además, logró llevarse los Oscars más importantes… en perjuicio de Apocalypse Now.
Muchos cineastas han desgranado los problemas de la vida conyugal. Algunos, como Ingmar Bergman o Woody Allen, lo han hecho con gran brillantez. Benton adaptó con éxito un texto con tendencia a lo folletinesco que, en manos menos hábiles, no hubiera producido algo mucho mejor que el típico telefilm de sobremesa. Narrada desde un punto de vista eminentemente masculino, Kramer contra Kramer arranca justo cuando el matrimonio termina, y se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera explica los problemas que acosan a un profesional de éxito desde el momento en que debe hacer de padre y madre de su hijo pequeño, y la segunda se centra en el conflicto legal que se produce cuando la madre reaparece y reclama la custodia del niño. Personalmente, la primera parte me parece muy buena; la segunda, sin provocar ningún destrozo significativo, se pierde en ocasiones en el exceso lacrimógeno y me resulta demasiado Hollywood.
Aunque es bueno que exista (no hay que olvidar que, cuando se estrenó la película, en España aún no estaba legalizado) el divorcio no es otra cosa que el fracaso de una ilusión. Benton, que como director dejó el aspecto visual en segundo plano (aunque el producto también resulte atractivo en este aspecto, gracias al trabajo del gran Néstor Almendros), supo darle a la película el ritmo adecuado y sólo explica las causas de ese fracaso cuando es del todo imprescindible, es decir, en el juicio en el que se decide qué progenitor tendrá la custodia del pequeño Billy. No empieza dando vueltas con los porqués, sino que se centra en esa parte que en el cine y en la vida resulta más incómoda: qué sucede cuando no es la muerte, sino la vida la que separa a una pareja que, seguramente, al principio parecía perfecta. Benton, ya se ha dicho, adopta el punto de vista del protagonista masculino, pero no olvida la evolución de unos personajes que, al final, son mejores que al principio, aunque nunca pierden del todo la sensatez: con la de historias de separaciones y divorcios que uno conoce, la que aquí se cuenta es el colmo de la civilización. Como tantas otras veces, la vida real suele ser mucho más odiosa que las películas. Dándole la vuelta al argumento, podría decirse que el film adopta un punto de vista conservador, pero no creo que pensar que incluso el mejor de los divorcios no deja de ser una putada sea conservador: es, simplemente, sensato. La película nos explica, de un modo coherente, los problemas de criar a un niño para las ahora llamadas familias monoparentales, las dificultades de conciliación entre la vida laboral y la familiar, las escasas opciones de rehacer sus vidas que tienen quienes trabajan y cuidan a sus hijos, y el carácter destructivo de los procesos legales de divorcio. Y todo eso se consigue sin aburrir ni por un instante.
Kramer contra Kramer es, en lo fundamental, un film de actores: el peso de la película recae en Dustin Hoffman, que a mi entender hace una excelente interpretación, a la altura de sus mejores logros en la gran pantalla. Le da la réplica una Meryl Streep que ya empezaba a convertir su tremenda facilidad para la lágrima en su trampolín hacia el Olimpo. El plantel de secundarios, desde Jane Alexander a Howard Duff, resulta muy adecuado, convirtiendo al reparto en una de las grandes bazas de una película notable, no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo hace.