THE WAR OF THE ROSES. 1989. 112´. Color.
Dirección : Danny DeVito; Guión: Michael Leeson, basado en la novela de Warren Adler; Dirección de fotografía: Stephen H. Burum; Montaje: Lynzee Klingman; Música: David Newman; Diseño de producción: Ida Random; Producción: James L. Brooks y Arnon Milchan, para 20th Century Fox (EE.UU.)
Intérpretes: Michael Douglas (Oliver Rose); Kathleen Turner (Barbara Rose); Danny DeVito (Gavin); Marianne Sägebrecht (Susan); Sean Astin (Josh a los 17 años); Heather Fairfield (Carolyn a los 17 años); G.D. Spradlin (Harry Thurmont); Peter Donat (Jason Larrabee); Dan Castellaneta, Gloria Cromwell, Harlan Arnold, Mary Fogarty, Rika Hofmann.
Sinopsis: El matrimonio entre Oliver y Barbara Rose empezó siendo idílico y, con los años, se perdió la magia. Cuando ella pide el divorcio, comienza una feroz disputa por la mansión en la que vive la pareja.
Michael Douglas, Kathleen Turner y Danny DeVito coincidieron en la exitosa comedia de aventuras Tras el corazón verde, así como en su secuela, La joya del Nilo. Años más tarde, los tres volvieron a reunirse, esta vez con DeVito en labores de director, en La guerra de los Rose, comedia negrísima sobre la desintegración de un matrimonio en principio modélico.
Muchas veces, las historias de pareja que comienzan con flechazo y orgasmos múltiples terminan en fracaso rotundo. El cine suele dedicarse mucho más a la primera etapa que a la segunda, más cercana a la vida real y, por tanto, más difícil de digerir. La guerra de los Rose explica el inicio, narra la decadencia y se centra en la catástrofe familiar que se produce tras la petición de divorcio. No queda muy claro qué desencadena el desdén de Barbara hacia su marido, quizá explicable porque, desaparecido el hechizo (llámese encoñamiento), la mujer se encuentra casada, con hijos y en pleno ascenso social, factores todos ellos que dificultan la ruptura y hacen que, cuando ésta se produce, los efectos sean devastadores. DeVito apuesta por la exageración, llegando hasta lo grotesco, ofreciendo una versión casi cartoonesca de un film reseñado hace poco en este blog, Kramer contra Kramer. Los años 80, los del cinismo y la codicia desmedida, han hecho estragos, y la película lo refleja cargando las tintas, no tanto contra la propia institución matrimonial, sino contra su mal encaje en una sociedad marcada por el egoísmo y la falta de sentido de la realidad de los individuos que la forman. El matrimonio convierte a Oliver en un tipo aburrido y obsesionado con el trabajo, y a Barbara en un ser carente de sentimientos. Les une la ambición por escalar en la pirámide social… hasta que ella empieza a creer que no necesita a su marido ni para eso, dando lugar a una guerra sin cuartel por la posesión de todo lo atesorado durante el matrimonio. Si es cierto que la comedia es igual a tragedia más distancia, La guerra de los Rose resultará tan divertida como trecho haya entre lo narrado y el espectador. En mi caso, me cuesta mantener la distancia frente a una historia de este tipo, aunque agradezco el punto gamberro, lo despiadado del discurso y algunos detalles muy agudos (lo bien que los animales domésticos definen a sus dueños, o el amor de éstos hacia los objetos como símbolo de conquista, por ejemplo). Pero, vista desde mi perspectiva vital, La guerra de los Rose es más una fábula que una película divertida.
Aunque el ritmo decae en algunos momentos, y la segunda parte del film es superior a la primera, creo que labor como director de Danny DeVito es satisfactoria, con algunos puntos de virtuosismo (esa escena final con lámpara incluida) muy reivindicables. Pocos reparos soy capaz de ponerle a la película en el aspecto técnico.
Buena parte del éxito de La guerra de los Rose se explica por la indudable química existente entre la pareja protagonista, incluso a la hora de mostrar su ausencia. Kathleen Turner, actriz cuyo estrellato no tardó en declinar, está inconmensurable y sabe sacarle todo el jugo a un personaje tan repulsivo como apetitoso para el intérprete. Douglas, por entonces (y por varios años) en la cima de Hollywood, no está a la misma altura, pero sabe dar la réplica adecuada a su compañera de reparto. Danny DeVito se reserva el único papel secundario relevante, el de colega del protagonista masculino y narrador de la historia. Se da a sí mismo margen para el lucimiento, y lo aprovecha.
La guerra de los Rose destaca por su negrura, a ratos hace reír y a ratos hace pensar. Seguramente, la obra más conseguida de Danny DeVito como director.