CHÉ STRANO CHIAMARSI FEDERICO. 2013. 90´. B/N-Color.
Dirección: Ettore Scola; Guión: Ettore Scola, Paola Scola y Silvia Scola; Dirección de fotografía: Luciano Tovoli; Montaje: Raimondo Crociani; Música: Andrea Guerra; Diseño de producción: Luciano Ricceri; Producción: Guido Simonetti, para Pay per Moon-Palomar-Cinecittà Luce (Italia).
Intérpretes: Tommaso Lazotti (Joven Fellini); Maurizio De Santis (Federico Fellini); Giacomo Lazotti (Joven Scola); Giulio Forges Davanzati (Ettore Scola/Furio Scarpelli); Ernesto D´Argenio (Marcello Mastroianni/Mameli Barbara); Emiliano De Martino (Ruggero Maccari); Fabio Morici (Giovanni Mosca); Carlo Luca De Ruggieri (Álvaro De Torres); Andrea Salerino (Steno); Sergio Rubini (Madonnaro); Sergio Pierattini (Director); Antonella Attili (Gioconda); Vittorio Viviani (Narrador); Vittorio Marsiglia, Fabrizio Serchia.
Sinopsis: El veterano cineasta Ettore Scola recuerda a Federico Fellini, que fue su mentor y amigo.
Cumplidos los ochenta años, y después de una década de silencio cinematográfico, Ettore Scola dirigió este documental de ficción sobre uno de los grandes maestros del cine italiano y mundial, Federico Fellini. Las vidas de los dos directores guardan no pocos paralelismos: ambos, siendo aún adolescentes, salieron de las pequeñas ciudades de provincia en que nacieron para dirigirse a Roma; ambos eran dibujantes y escritores; ambos llegaron a la capital de Italia con la idea de escribir en Marc´Aurelio, una popular publicación satírica; ambos saltaron de las páginas de la revista al mundo del cine; y ambos, por fin, fueron amigos durante décadas. Veinte años después del fallecimiento del director de La Strada, Scola, a quien los cinéfilos debemos un puñado de películas sobresalientes, recuerda al amigo y maestro en un film que mezcla alegría y nostalgia.
Fellini llegó a Roma en 1939; Scola, casi una década más tarde. Buena parte de las primeras escenas de la película transcurren en la redacción de Marc´Aurelio, y estas escenas rezuman amor hacia lo que fue aquella revista y a quienes la formaban. Ingenio, humor e inteligencia frente a fascismo, opresión y censura. Es especialmente brillante la escena en la que un gerifalte mussoliniano se presenta en la redacción: los caricaturistas le saludan con el brazo en alto, pero en cuanto el capitoste del régimen desaparece del mapa, todos los redactores comienzan a marchar alrededor de la mesa mientras entonan un himno fascista de manera irreverente. Después de la guerra, Fellini da (primero como guionista) el salto al cine, y Scola consigue un puesto en la redacción del reconstruido Marc´Aurelio. Junto a otro redactor de la revista, Ruggero Maccari (más tarde uno de los mejores y más prolíficos guionistas del cine italiano), recorrían de noche los cafés y las calles de Roma. A Fellini, eterno insomne, le gustaba conducir de madrugada por la ciudad (como esos motoristas que ponen fin a Roma) y charlar con las gentes que encontraba, ya fueran prostitutas o pintores callejeros. Scola recrea varios de estos encuentros, que eran una de las fuentes de inspìración del genio de Rímini. Lo hace con admiración y respeto, siguiendo una línea muy felliniana al mezclar recuerdos, anécdotas y fantasías. Podría decirse que esta película (cuyo muy descriptivo subtítulo es Scola racconta Fellini) es el Amarcord que le dedica el homenajeador al homenajeado. Además, el film incluye atractivas imágenes de archivo, entre las que se incluyen fragmentos de las audiciones que varios de los mejores actores del cine italiano (Gassman, Tognazzi o Sordi) hicieron para conseguir el papel de Giacomo Casanova, que acabó interpretando Donald Sutherland. Es curioso, pero Fellini jamás le ofreció el papel a su actor fetiche, Marcello Mastroianni (a su vez, frecuente protagonista de los films de Scola); pocos años después, fue éste quien hizo que el intérprete diera vida al gran seductor en La noche de Varennes, lo cual fue un acto de justicia poética recreado en el film de manera jocosa, cuando la madre de Mastroianni reprocha a Scola que saque a su hijo tan desfavorecido en sus películas, mientras que, en las de Fellini, Marcello aparece casi siempre como un modelo de belleza, estilo y glamour masculinos.
Qué extraño llamarse Federico es una película que, en lo visual, está hecha con el mismo cariño y saber hacer que desprende su narrativa. Tanto en las escenas en blanco y negro como en las filmadas en color, el público puede apreciar el arte con el que fueron rodadas. Todo esto se junta de manera admirable en el collage de imágenes fellinianas que casi pone fin a la película. Digo casi, porque al final Scola se permite otra broma-homenaje, al imaginarse a su amigo, que fue un gran mentiroso, huir de su propia capilla ardiente mientras es perseguido por la pareja de carabinieri que rinde honores a su cuerpo sepulto.
Fantástico homenaje a un cineasta único, Qué extraño llamarse Federico desprende el aroma de la nostalgia, de la amistad, del amor al cine. Esta película está a la altura que los admiradores de Scola y Fellini esperábamos, la que surge de la unión de dos grandes talentos.