Por cuestiones personales, ha tocado un fin de semana de los duros, de esos en los que malditas las ganas que tiene uno de recorrer la ciudad de punta a punta para ir a un concierto. Pero uno ya ha tenido tiempo de conocerse bien, y sabe que refugiarse en la música es uno de los remedios más eficaces cuando las cosas se complican. Por ello fui hasta los jardines del Teatre Grec a ver actuar a Kyle Eastwood, músico a quien no había visto desde 1999, año de mi primera visita al festival de San Sebastián, y que desde aquellos comienzos ha sabido labrarse una sólida y brillante carrera.
Había media entrada en el recinto, lo que prueba, un año más, que el Grec es un certamen difícil para el jazz. Eastwood, que en todo momento mostró una buena conexión con el público, compareció al frente de un pedazo de banda (Brandon Allen a los saxos, Quentin Collins a la trompeta, Andrew McCormack al piano y Chris Higginbottom a la batería) para presentar Time pìeces, su último álbum, séptimo ya como líder, un homenaje al jazz de los años 50 y 60. El nombre de Horace Silver estuvo muy presente en el repertorio, lo que es una garantía de buen jazz. En este proyecto, Eastwood ha regresado a la ortodoxia, tanto en la formación como en la interpretación, y ofrece a su público un jazz intenso y de gran calidad. Hubo tiempo para abordar temas capitales en la trayectoria musical de Eastwood, como Marrakech (con destacadísima intervención solista de Brandon Allen al saxo soprano), y momentos intimistas, dentro de una actuación en la que predominaron los tempos rápidos, como la interpretación (a dúo con ese pedazo de pianista que es Andrew McCormack) del tema principal de Letters from Iwo Jima. El concierto fue fantástico, sin apenas altibajos, y los presentes ovacionamos al grupo con la intensidad que merecía la propuesta. Eastwood se mostró inspirado, tanto con el contrabajo como con el bajo eléctrico, Higginbottom es un batería excelente y Collins un trompetista dotado de un excelente sonido. En lo musical y en lo indumentario, esta banda tiene estilo, y piezas de su último álbum, como Bullet train o Caipirinha, confirman que se encuentra en pleno crecimiento. Como despedida tras un concierto sin mácula, la banda volvió a Horace Silver, y no pudo elegir un título más adecuado: Blowin´the blues away. Seguidores del jazz, y de la buena música en general: la música de Kyle Eastwood hay que escucharla mucho y bien.
En 2012:
Prosecco Smile, que sonó ayer, igual de bien y con la misma formación: