DAWN OF THE DEAD. 2004. 98´. Color.
Dirección: Zack Snyder; Guión: James Gunn, basado en el realizado en 1978 por George A. Romero para Zombi; Dirección de fotografía: Matthew F. Leonetti; Montaje: Niven Howie; Música: Tyler Bates; Diseño de producción: Andrew Neskoromny; Dirección artística: Arvinder Grewal; Producción: Richard P. Rubinstein, Marc Abraham y Eric Newman, para Universal Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: Sarah Polley (Ana); Ving Rhames (Kenneth); Jake Weber (Michael); Mekhi Phifer (André); Ty Burrell (Steve); Michael Kelly (CJ); Kevin Zegers (Terry); Michael Barry (Bart); Lindy Booth (Nicole); Jayne Eastwood (Norma); Boyd Banks, Irina Korovkina, R.D.Reid, Kim Poirier, Matt Frewer, Louis Ferreira, Tom Savini.
Sinopsis: Una enfermera asiste al inicio de una masiva epidemia zombi. En su huida, coincide con un policía herido y con otras personas que tratan de escapar del caos. Todos ellos encuentran refugio en un centro comercial.
Cinematográficamente hablando, el siglo XXI está siendo el de los remakes y las secuelas. Buena parte de estas películas son, desde el punto de vista artístico, del todo prescindibles, así que voy a escribir sobre una que no lo es: Amanecer de los muertos, obra que, para rizar el rizo, es el remake de una secuela. La ópera prima de Zack Snyder revisa, un cuarto de siglo después de su estreno, Zombi, el film con el que George A. Romero dio continuidad a la obra que le situó para siempre en el mapa cinematográfico mundial: La noche de los muertos vivientes. Sin ser una obra maestra, Zombi es superior al film que la precedió: está hecha con más medios, las interpretaciones son mejores y el guión, más trabajado. Primer acierto de Snyder: supo dónde había que hacer el remake.
En esta clase de películas, que uno no ve para que le expliquen discursos metafísicos, se agradece la inmediatez. Segundo acierto: Dawn of the dead, versión Snyder, va directamente al lío. Nada más empezar la película, el advenimiento de la plaga zombi estalla en toda su caótica intensidad. Los primeros quince minutos del film dejan al espectador sin aliento. No se le dan explicaciones, sino (sangrientos) hechos. En el hipotético (y en ocasiones hasta deseable) caso de que el mundo se convirtiera en zona ocupada por los muertos vivientes, éstos no aparecerían poco a poco y llamando a la puerta, sino que el paso de la rutina al apocalipsis se contaría, como mucho, en horas, y desde ese momento la única política imperante sería la de la pura supervivencia. Las teorías vendrían después, y la película no pierde mucho tiempo con ellas. Lo más parecido a una explicación acerca del origen de la invasión zombi lo ofrece un telepredicador con una frase digna de estudio: «Cuando no quede sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra». El resto es pura adrenalina, y el devenir de unos personajes cuya esperanza de vida se ciñe al presente más inmediato. Si el film de Romero aprovechaba la estancia en el centro comercial para lanzar pullas contra el consumismo moderno, Snyder apuesta por el ritmo y la acción: el montaje es frenético, los tiempos muertos (básicamente hay uno, en el que en unas cuantas pinceladas se nos muestra cómo son esos personajes sin pasado cuando se sienten seguros en un centro comercial… ante el que cada vez se agolpa un mayor número de zombis) brillan por su ausencia y la sangre corre por doquier. Como director de cine, Zack Snyder es mejor que Romero, y ya desde su primera obra queda claro que su dominio de la técnica cinematográfica es apabullante. No es que el guión o los diálogos sean nada del otro jueves, pero es mérito del director conseguir que, durante la película, el espectador disponga de escaso margen para el pestañeo. A este hecho ayudan, desde luego, algunos cambios introducidos respecto al original: en la nueva versión, los zombies son muy veloces y extremadamente agresivos, y la mutación de humano a muerto viviente es casi instantánea. Muchos de los mejores momentos de la película (el inicio, toda la escena de la muerte de la embarazada Luda, que es magistral) aprovechan esta última circunstancia. Otros puntos a destacar son la historia de amistad con Andy, el solitario tirador de la azotea del edificio de enfrente, y el final, que narra la huida desde el centro comercial hasta el puerto. La película no deja respiro hasta el último fotograma, créditos finales incluidos. Snyder demuestra también su buen tino a la hora de escoger y utilizar la música, característica muy marcada en su filmografía posterior.
En lo referente a las interpretaciones, está claro que Amanecer de los muertos no es Shakespeare, pero ninguna desentona. Resulta curioso ver a Sarah Polley, actriz de talento muy dada a aparecer en cintas independientes, en plan heroína de acción, pero lo cierto es que el resultado del experimento es muy satisfactorio. La galería de tipos duros (Ving Rhames, Michael Kelly) funciona de maravilla, al igual que sucede con Jake Weber en su papel de cerebro del grupo. Y es interesante ver a Ty Burrell, posteriormente una de las claves del enorme éxito de la comedia televisiva Modern Family, metido en el papel del tipo que deseas que los zombies destrocen a mordiscos.
Amanecer de los muertos es entretenimiento de alto nivel, supera en no pocos aspectos al film que versiona y supone la primera muestra del talento de un director, Zack Snyder, que más tarde filmó una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo.