Si uno se queda en agosto en la ciudad pueden ocurrirle cosas buenas. Trabajar sin jefes, por ejemplo. O que un club de jazz del centro reciba la visita de dos figuras del género como Kenny Barron, quizá el último de los grandes pianistas de estilo clásico, y Dave Holland, el contrabajista con quien todo el mundo quiere tocar. Pues bien, todo eso ocurrió ayer. En lo que a la parte musical se refiere, un Jamboree lleno recibió a los dos maestros antes nombrados, cuyos currículums llenarían de orgullo a quien los poseyera aunque, como suele ocurrir en las solicitudes de empleos casi siempre mal pagados, la mitad de su contenido fuera mentira. Décadas del mejor jazz contemplan a Barron y Holland, cuya música a dúo está hecha para las distancias cortas.
La bien avenida pareja empezó fuerte con The Oracle, una composición de Holland. El repertorio estuvo compuesto por las piezas del álbum The art of conversation, a mi parecer uno de los discos imprescindibles del jazz de esta década, y a la vez una excelente definición de lo que estos dos músicos hacen sobre el escenario: dialogar desde una maestría en la que prima lo racional pero que deja espacio a lo íntimo. Los mejores momentos estuvieron, a mi juicio, en Segment, versión de una pieza no demasiado conocida de Charlie Parker, y Spiral, una de las grandes composiciones de Barron. Hubo tiempo para recordar a Kenny Wheeler y John Taylor (Waltz for Wheeler) y para deleitarse en la exquisitez de una música llena de buen gusto, en la que Barron y Holland lucen sabiduría, disfrutan y hacen disfrutar. Vivan ellos.
Una de las maravillas del concierto:
And one more for the road: