HÄXAN. 1922. 105´. B/N.
Dirección: Benjamin Christensen; Guión: Benjamin Christensen; Dirección de fotografía: Johan Ankerstjerne; Montaje: Edla Hansen; Música: Ludwig van Beethoven (Versión estrenada en 1922)/ Matti Bye (Versión restaurada de 2006); Diseño de producción: Richard Louw; Producción: Benjamin Christensen, para Aljosha Production Company- Svensk Filmindustri (Dinamarca-Suecia).
Intérpretes: Maren Pedersen (Bruja); Clara Pontoppidan (Monja); Elith Pio (Joven monje); Oscar Stribolt (Monje obeso); Tora Teje (Cleptómana); John Andersen (Inquisidor jefe); Benjamin Christensen (El Diablo); Poul Reumert (Joyero); Karen Winther (Anna); Kate Fabian, Else Vermehren, Astrid Holm, Aage Hertel, Ella La Cour.
Sinopsis: Documental dramatizado que analiza la evolución histórica del fenómeno de la brujería.
Cineasta de producción escasa y poco reconocida, a Benjamin Christensen se le debe la paternidad de uno de los primeros grandes documentales de la historia del cine: Häxan (Bruja, en danés) es a la vez un film de terror y un estudio sobre la brujería, que todavía hoy, transcurrido casi un siglo de su estreno, cautiva por el poderío de sus imágenes y su calado intelectual. La trayectoria del film, marcado por la polémica desde su estreno, ha sido bastante azarosa, hasta que la restauración realizada en 2006 ha permitido que la película llegue a un nuevo público.
Häxan se estructura en siete partes: la primera de ellas, la más puramente documental, explica los orígenes de la brujería, a través de imágenes extraídas de libros antiguos y profusión de intertítulos. Por lo que a mí respecta, creo que la creencia en brujas, demonios y demás supersticiones se explica por la incapacidad del ser humano para asumir que el único hecho seguro de su existencia (la muerte) es el fin de todo, y desde luego por su reconocida habilidad para encontrar fuera de sí mismo el origen de sus padecimientos y desgracias. Sumémosle a esto la eterna falta de respuesta a muchas cuestiones trascendentales y el talento que siempre tuvieron los más listos de la tribu para utilizar en su beneficio a quienes no lo eran tanto, y lo entenderemos todo bastante mejor. El enfoque de Christensen, que al principio abusa de lo didáctico, es muy hijo de su época, destacando las similitudes en el comportamiento de las brujas de la Edad Media y el Renacimiento con las personas que en nuestro mundo sufren histeria. Sin embargo, lo que hace que está película tenga un lugar aparte en la historia del cine no es tanto lo explicativo como lo dramático: cuando Christensen, hechas las presentaciones, se (y nos) traslada a finales del siglo XV, las imágenes y lo narrado tienen un poder de sugestión escaso de ver, en el cine de entonces y en el de ahora. Inspirado por maestros del grabado como Durero o Goya, y sirviendo a la vez de inspiración para la magistral Dies irae, de Dreyer, Christensen nos sumerge en ese mundo oscuro de conjuros y aquelarres, hasta que una denuncia a la autoridad inquisitorial desencadena una sucesión de torturas y sufrimiento infligidos a una serie de mujeres que acaban siendo víctimas del sistema demencial de delaciones y castigos impuesto por el poder eclesiástico. Se trata de una lectura personal del Malleus Maleficarum, exhaustivo manual para inquisidores que, entre otras cosas, demuestra que el Marqués de Sade no surgió por generación espontánea. La mirada de Christensen tiene el mérito de ser aguda, pero a la vez desapasionada: el poder de las imágenes hace el resto. Algunos de los efectos visuales que aparecen en el film tienen un mérito enorme, dadas las limitaciones técnicas propias de la época. Por todo ello, no es de extrañar que la película fuera considerada inmoral en lugares en apariencia muy amigos de la libertad de expresión, y que al film le cuelgue una aureola de malditismo que su rescate posterior a cargo de destacados miembros de la beat generation no hizo sino incrementar.
El plantel de actores ejecuta sus papeles con sobriedad y convicción. Christensen, en un rasgo de ironía (característica de la que su película no está tan exenta como pudiera parecer), se reserva para sí mismo el papel del mismísimo Diablo, pero son las actrices las que consiguen poner al espectador en situación y que éste se crea lo que está viendo. Los actores que interpretan a los inquisidores aportan el punto de crueldad (muy devota, eso sí) necesario.
Joya imprescindible del cine mudo, Häxan es un clásico a recuperar que une didactismo y calidad cinematográfica. Aporta luz sobre uno de los puntos más negros de la historia de Occidente, y lo hace ofreciendo imágenes que dejan huella.