Anoche, un grande del cante visitó los alrededores de la Sagrada Familia. El recientemente inaugurado tablao Casa Camarón, ubicado en el local anteriormente ocupado por el restaurante La Dida, fue el escenario del concierto del cantaor de Sabadell, que actuó acompañado por José Andrés Cortés a la guitarra. Del local, es obligado decir que en él todo parece cuidado al milímetro, que en su diseño hay mucho buen gusto y que se nota el esfuerzo por ser un tablao serio, alejado de la típica atracción para turistas. Otra cosa es que sea un lugar idóneo para disfrutar de la música en directo.
Para empezar, la actuación dio comienzo con media hora larga de retraso sobre el horario establecido. El aspecto de la sala, llena de público, levantaba buenas expectativas, pero también se puede morir de éxito. Digamos que el ambiente en el local era más de sábado noche que de concierto de un artista con mayúsculas, y que, salvo para los espectadores de las primeras filas, entre las que no tuve la suerte de colocarme, fue complicado disfrutar de la música ante el continuo trasiego de público y camareros por la sala, por no hablar del continuo murmullo. Es una pena, pero parte de la audiencia no fue tal, y no concedió al espectáculo el respeto que éste merecía.
José Andrés Cortés abrió el concierto en solo, demostrando técnica y sentimiento. Acto seguido apareció Duquende, quien ya en la cincuentena está asentado entre la élite de los cantaores. Inició su actuación por tarantas, bordó los tangos y brilló en las bulerías. No fue una actuación para la historia, pero Juan Rafael Cortés, que apareció en escena ataviado con un elegante sombrero, dio buena muestra de su arte. Espero poder verle en un entorno más propicio.
Por Cohen:
Por tangos: