Llega el momento que todo el mundo está esperando. Cabe incluso la posibilidad de que la Tierra interrumpa por un día su movimiento de rotación. Mañana se celebran (por seguir con el tono humorístico) las elecciones autonómicas catalanas, convertidas en plebiscitarias por la mejor razón del mundo. Porque sí. Confieso que, pese a no tener claro mi voto, no he seguido lo más mínimo la campaña electoral (tengo cosas más importantes que hacer, como ver de una vez Los Soprano, serie con la que también se puede aprender mucho sobre la política catalana y sobre el mundo en general), y que, de los carteles que he visto estos días en la calle, los únicos que han despertado mi interés son los que anuncian el próximo concierto de Joe Satriani. Es más, el futuro de España y de Catalunya me la traería bien floja de no ser por un pequeño detalle: que vivo aquí.
Es complicado opinar respecto de un panorama político dominado por la histeria, pero vamos allá. En lo personal, que es lo único importante para quienes no tenemos mentalidad gregaria, creo que Cataluña camina hacia el despeñadero, cosa que, si pudiera adivinar el futuro y supiera que no me va a salpicar, me dejaría del todo indiferente. Uno ya intenta luchar contra su propia estupidez, con desigual fortuna: si los demás no hacen lo mismo, es su problema. Por desgracia, vivimos en sociedad, rodeados de gente que, en el mejor de los casos, lo único inteligente que tiene es el teléfono. Mi opinión ya es sabida: la independencia es inviable, además de que sería un pésimo negocio. Tonto sería si apoyara a quienes en el fondo me consideran un ciudadano de segunda. O, lo que es peor, un infiel. Precisamente porque quiero que las cosas cambien de verdad, sé que sin España y sin Europa (es más, contra ellas) cualquier cambio que se produzca, en lo económico (que es lo que más nos importa a todos, y la verdadera razón de fondo del separatismo) y en lo político, va a ser para empeorar lo presente, lo cual ya tendría mérito. Los países no existen, existe la gente. Que, por mucho que le cambien el nombre al asunto, va a ser la misma. Y aquí van a seguir mandando los mismos que llevan hundiendo el barco desde, como poco, 1980. Con todos los respetos, para que eso te ilusione has de ser un gilipollas, o esperar que te caiga un puesto (de esos que ya se están rifando, en una curiosa versión nostrada del cuento de la lechera) bien remunerado en agradecimiento a tu desinteresado fervor patriótico. Muera la inteligencia, viva la Nación.
Porque esta estafa democrática (no es otra cosa el hecho de convertir unas elecciones autonómicas en plaza distinta) la van a ganar, como no podía ser de otra forma, los estafadores mayores, agrupados bajo el nombre de Junts pel Sí (o Junts pel 3%, para los amigos). Este tinglado no es otra cosa que una coalición CDC-ERC, forzada por la primera de dichas fuerzas utilizando una de las artes que mejor domina: la extorsión. Desde que se inició el proceso (cada vez más parecido al de Kafka, aunque con una calidad literaria palmariamente inferior) soberanista, la cosa se ha movido bajo la amenaza latente de que Convergència abandonara la nave y todo quedara en agua de borrajas. El independentismo, pues, se ha convertido en cómplice de la corrupción omnipresente, los recortes, las privatizaciones fraudulentas, las sedes embargadas y demás cuestiones de escasa relevancia frente al tremendo placer que provocan una bandera (con palo) y un himno (con letra). Esa complicidad ha llegado al punto de formar una lista electoral conjunta, en la que se trataba de ocultar al Comisionista Mayor (hasta lo han escondido en los debates) poniendo al frente a tres personas (un palmero con barniz progre -que, eso sí, quedó como Dios en la BBC- y dos cheerleaders de la cultureta) de talla política minúscula para despistar a los incautos, que no son pocos. ¿En estas elecciones hay buenos y malos? Ojalá. Hay malos y peores. Y éstos, que quede claro, son los que utilizarán los votos que reciban para hacer presidente a Artur Mas, individuo nefasto e incapaz se le mire por donde se le mire. Algunos de ellos son muy alternativos y llevan camisetas con mensaje, pero hace tiempo que se les ha visto la patita por debajo de la puerta. Es alucinante que la gente crea que quienes no sirven para gobernar una autonomía van a saber gobernar un país, pero es que en éste la gente se droga muchísimo. Y fatal. Aún así, padece de gran insatisfacción vital y nula capacidad de autocrítica. Por eso, lo que se decide mañana (y no es poco) es la magnitud del desastre, que percibo inevitable.
Por detrás, el caos. Imagino que la segunda fuerza en votos y escaños será Ciutadans, que tiene un mensaje coherente y una candidata presentable. No me extrañaría que estuvieran cerca de triplicar su actual presencia parlamentaria, aunque les lastra su escasa presencia en la Cataluña irrelevante (la que no es Barcelona. Inciso: si alguien quiere hablar de expolio fiscal, que estudie el que sufre esta provincia, y más en concreto su capital y su núcleo metropolitano, respecto al resto de Cataluña), que lo es menos de lo que debería a causa de una ley electoral injusta.
PP y PSOE estaban, pocos meses antes de las elecciones, camino de convertirse en fuerzas políticas residuales en Cataluña. No es que su panorama actual sea como para tirar cohetes, pero creo que salvarán los muebles gracias al rollo plebiscitario y, en el caso de los populares, a la elección de un candidato carismático y experto en hacer política a pie de calle. Lo de los socialistas tiene más que ver con el demérito de otros que con sus propias virtudes.
Sin duda, la fuerza más perjudicada por el carácter plebiscitario que se ha dado a estas elecciones será la coalición de izquierdas Catalunya Sí que es Pot, que previsiblemente obtendrá un resultado inferior al previsto a causa del histérico clima actual, a que sus (autoimpuestas) limitaciones económicas les impiden combatir en igualdad de condiciones con el enorme aparato propagandístico de la competencia (que, indirectamente, también pagan sus propios votantes), y a tres errores propios: la ambigüedad en la cuestión nacional, la mala elección del candidato a president y la falta de cohesión interna. Por completar el arco parlamentario, creo que la CUP triplicará presencia, y que Unió conseguirá acceder al Parlament. En todo caso, servidor irá a votar y dedicará el resto del día a ver Los Soprano y cuantificar la capacidad de sus conciudadanos para cagarla. A esto, los expertos suelen llamarlo resultados.
«Con todos los respetos, para que eso te ilusione has de ser un gilipollas» és una frase amb molta força literària. De la resta entandràs que estic en desacord amb moltíssimes coses. No crec que ningú et consideri un ciutadà de segona, de debò. I em dol que et sentis així.
I el resultat ha estat el pitjor possible per a tothom. Quin sidral! Gairebé preferiria que hagués guanyat el PSC.
Bé, crec que els resultats no han agradat a ningú, tot i que trobo que el que va passar era de preveure. De fet, no em vaig equivocar gaire. A Unió la veia capaç de tenir 100.000 vots, i els ha tingut, però amb la participació que hi va haver aquest número va ser insuficient per arribar al Parlament. Fora d´això, no vaig anar gaire desencaminat (força menys, per cert, que alguns mitjans que es dediquen a difondre enquestes que més aviat són cartes als reis d Orient).Sé que molta gent em considera un ciutadà de segona. No és personal, ho fan amb tothom que diu el que jo dic, vota a qui jo voto i s´oposa al que jo m´oposo. Però tampoc passa res, jo els considero èssers humans de segona, i tots contents. Això sí, els resultats no han estat els pitjors possibles, perquè han de permetre fer fora Mas. I si a final d´any hem aconseguit treure´ns de sobre Mas i Rajoy, serà gairebé com haver guanyat la loteria.