CREATURE FROM THE BLACK LAGOON. 1954. 79´. B/N.
Dirección: Jack Arnold; Guión: Harry Essex y Arthur Ross, basado en un argumento original de Maurice Zimm; Dirección de fotografía: William E. Snyder; Montaje: Ted J. Kent; Música: Hans J. Salter, Herman Stein y Henry Mancini; Dirección artística: Hilyard Brown y Bernard Herzbrun; Producción: William Alland, para Universal Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: Richard Carlson (Dr. David Reed); Julie Adams (Kay Lawrence); Richard Denning (Mark Williams); Antonio Moreno (Carl Maia); Whit Bissell (Dr. Edwin Thompson); Néstor Paiva (Lucas); Bernie Gozier (Zee); Henry Escalante, Perry López.
Sinopsis: Un grupo de científicos se adentra en la selva amazónica y encuentra los restos de una criatura desconocida junto a una laguna.
Jack Arnold fue uno de los reyes indiscutibles de las monster movies de los años 50. La mujer y el monstruo, que rodó para la Universal, productora que hizo fortuna en parte gracias al género de terror, es cronológicamente (si excluimos a los alienígenas de Vinieron del espacio) la primera incursión del director en este subgénero al que entregó sus obras más destacadas.
La trama, que de original tiene poco, supone la enésima revisión del mito de la bella y la bestia, esta vez en versión acuática. Partiendo de la hipótesis de la pervivencia en la selva amazónica de una especie de prehomínido anfibio, Arnold coloca a un grupo de investigadores científicos ante las garras de una criatura poco amiga de que los extraños invadan su territorio. En efecto, en lo narrativo la película es un topìcazo (King Kong, otra vez), pero funciona. Y lo hace porque, contando con todos los elementos típicos de la serie B, está bien rodada, narrada con brío y, lo que es más importante, no sobra ni falta ninguna escena. La acción siempre avanza, no hay tiempos muertos ni nada que se le parezca. Arnold emplea con acierto sus escasos medios, sabe crear tensión (mucha gente se ha dado cuenta de que varios elementos de esta película, como las escenas subacuáticas y aquéllas en las que sólo vemos las garras de la criatura, influyeron no poco en Tiburón), y sortea con inteligencia la sensación de déja vu ofreciendo al espectador carga sexual y ningún descanso. Lo de la carga sexual no sólo tiene que ver con la desigual batalla que libran los dos científicos por los favores de Kay, sino con la propia criatura. Uno puede ser monstruo, pero no idiota, y en cuanto el bicho observa a la moza mostrando sus artes natatorias cual Esther Williams cambia sus prioridades, hasta entonces centradas en cargarse a los humanos que se le acercaran. A la bella prefiere dejarla vivir y llevársela a su gruta. Evidentemente, el dúo de galanes (por no hablar de la propia mujer) tiene otras intenciones, entre las que el interés científico y la codicia ocupan un destacado lugar. Quieren, según los casos, apresar a la criatura para mostrar al mundo su relevancia científica, o simplemente matarla y exhibirla como trofeo. Los humanos, siempre tan juiciosos y llenos de generosidad. El enfrentamiento es, pues, inevitable.
Parajes exóticos, coartada científica, belleza y monstruo de las profundidades. He aquí la quintaesencia del género. Pues bien, todo está aquí. Podrán decir que se ha quedado anticuada, que asusta bastante más la garra del monstruo que su visión de cuerpo entero o que la abuela fuma, pero lo importante es que Arnold sabe cómo contar una historia, cómo entretener… y rodearse de gente que sabía filmar muy bien bajo el agua. No hay virguerías, pero sí mucha eficiencia. La película es modesta, pero nunca cutre. La música se mueve a saltos (o a golpe de intervenciones del monstruo, para ser más exactos), siendo más efectista que efectiva.
Los actores no son nada del otro mundo, ni falta que hace, que la película está bien, pero tampoco es Shakespeare, ni lo pretende. Destaca, cómo no, la belleza de una Julie Adams a la que recuerdo más en los westerns, pero que sabe gritar con estilo. Los dos Richards, Carlson y Denning, hacen lo justito, siendo Whit Bissell el mejor actor de todo el reparto.
Lo dicho, un clásico de la serie B cincuentera que divierte y no engaña. No es la mejor película de Arnold, pero sí un film que se ve en un suspiro y entretiene a raudales y con buen estilo.