REMAINS OF THE DAY. 1993. 135´. Color.
Dirección: James Ivory; Guión: Ruth Prawer Jhabvala, basado en la novela de Kazuo Ishiguro; Dirección de fotografía: Tony Pierce-Roberts; Montaje: Andrew Marcus; Dirección artística: John Ralph; Música: Richard Robbins; Diseño de producción: Luciana Arrighi; Producción: Ismail Merchant, Mike Nichols y John Calley, para Merchant Ivory Productions-Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Anthony Hopkins (James Stevens); Emma Thompson (Miss Kenton); James Fox (Lord Darlington); Christopher Reeve (Jack Lewis); Peter Vaughan (William Stevens); Ben Chaplin (Charlie); Hugh Grant (Reginald Cardinal); Tim Piggott Smith (Thomas Benn); Lena Headey (Lizzie); Patrick Godfrey (Spencer); Michael Lonsdale, Steve Dibben, Terence Bayler, Rupert Vansittart, Paul Copley, Brigitte Kahn, Abigail Hopkins.
Sinopsis: James Stevens es el sirviente perfecto: pulcro, atento, discreto y abnegado. Es el jefe del servicio de Lord Darlington, y a ese trabajo consagra toda su existencia.
El director James Ivory se especializó en los melodramas de época, casi siempre en colaboración con la guionista Ruth Prawer Jhabvala y el productor Ismail Merchant. Este trío obtuvo un importante reconocimiento con la magnífica Regreso a Howard´s End, y acto seguido repitió fórmula, con todavía mejores resultados, con Lo que queda del día, fiel adaptación de la novela de Kazuo Ishiguro.
James Stevens, el protagonista masculino de la película, es perfecto en su trabajo e incapaz de mostrar sus emociones. El gran mérito de Lo que queda del día es que posee todas las virtudes de Stevens y carece de sus defectos. Es un film artístico en el buen sentido de la palabra, formalmente impecable, que además consigue emocionar desde la contención y la sobriedad. Se disfruta a tragos cortos y mejora a medida que avanza el metraje, beneficiándose de las bondades de un guión que sabe abordar con sensibilidad las intimidades del ser humano sin renunciar a retratar el convulso mundo de entreguerras.
El film se inicia con el reencuentro epistolar entre Stevens, ahora al servicio del estadounidense Jack Lewis, y Miss Kenton, que fue ama de llaves de la mansión Darlington en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Acto seguido, un largo flashback nos traslada a aquella época, en la que, como bien dice el personaje de Stevens «era el mundo quien venía a la mansión Darlington». En ella, un ejército de sirvientes, comandados por este hombre de modales tan exquisitos como distantes, proporciona a su señor la vida de lujo para la que ha sido criado. Al principio, Stevens y Kenton chocan debido a la extrema rigidez de éste en esas cuestiones laborales a las que consagra toda su existencia. «La dignidad es lo primero», dice a sus subordinados, entre los cuales se encuentra su anciano padre. Con el tiempo, entre el jefe de los sirvientes y el ama de llaves surge una relación especial, un amor que no llegará a cristalizar por la incapacidad de ambos personajes, en especial del masculino, de dar rienda suelta a sus emociones. Una de las grandezas del film es centrarse en un amor frustrado, en mi opinión mayoritario en la vida real pero muy poco reflejado en el cine, y hacerlo además con tan buen gusto. La escena en la que miss Kenton trata de arrebatarle a Stevens (personaje al que se entiende mejor si se analiza la relación que tiene con su padre… y lo que éste le dice en su lecho de muerte) el libro que está leyendo es una de las más conmovedoras que he visto. Stevens es el verdadero amo de Darlington: dentro de sus muros goza del respeto, la seguridad y la autoridad que difícilmente iba a obtener en el cambiante mundo exterior. Para mantener todo ello ha construido a su vez otro muro, éste en torno a sí mismo. Pero, débil en su fortaleza, ha de rogarle a miss Kenton que no lo derribe. Y ella no se atreve a hacerlo, para acabar aceptando una oferta de matrimonio de un hombre a quien no ama.
Dentro de la mansión ocurren otras cosas, que serán el origen de la caída en desgracia de Lord Darlington. La película es prolija a la hora de mostrar la ambigüedad (cuando no la abierta germanofilia, que llegó al mismísimo palacio de Buckingham) de buena parte de la aristocracia británica (y no sólo de ella) respecto a la política racista y agresiva de la Alemania nazi. En la propiedad de Lord Darlington se celebraron varias reuniones al más alto nivel, que tenían la finalidad de obtener, en primer lugar la complicidad, y más tarde al menos la neutralidad, de Inglaterra frente al expansionismo de Hitler y sus secuaces. Stevens, cuando le preguntan por ello, contesta que estaba demasiado ocupado como para escuchar lo que decían su señor y sus contertulios, que seguir sus conversaciones le hubiera distraído de su trabajo…
La puesta en escena es un dechado de virtudes, tanto en lo referente a fotografía, composición de los planos y ajuste entre forma y contenido. La música de Richard Robbins es también muy destacable, pues es capaz de captar toda la magnificencia del film, y a la vez su tono claramente melancólico.
Anthony Hopkins será recordado para siempre por su personaje de Hannibal Lecter y, eso es, en parte, injusto, porque en Lo que queda del día está aún mejor. Sin sobreactuar lo más mínimo, Hopkins sabe transmitir lo mucho que encierra su personaje, con momentos sublimes como la ya mencionada escena del libro, su actitud durante el imbécil interrogatorio de Spencer o su reencuentro con miss Kenton una vez acabada la guerra. Matrícula de honor. Emma Thompson se queda en el sobresaliente, porque para expresar sus emociones explota recursos que Hopkins no se permite, pero una vez más queda claro que estamos ante una de las mejores actrices en activo. El resto de los actores, desde el hierático James Fox hasta Christopher Reeve, pasando por el anciano Peter Vaughan o los jóvenes Ben Chaplin y Lena Headey (cuánto se sabe de Stevens y miss Kenton al ver cómo ambos asumen la inevitabilidad de la historia de amor que une a quienes habían designado como sus futuros sucesores), están también muy acertados. Incluso Hugh Grant sobreactúa menos de lo que suele.
Un lujo, con mayúsculas. Una película 100% británica que aborda con acierto las diferencias entre clases sociales y la naturaleza del amor. Imprescincible.