VASILI GROSSMAN. Vida y destino (Zhizn i subdá). Debolsillo. 1111 páginas.
Un buen número de críticos y lectores han dejado dicho que Vida y destino es una de las novelas imprescindibles del siglo XX. No puedo estar más de acuerdo. Para subrayar la importancia de esta novela, segunda parte de un díptico sobre la batalla de Stalingrado que tiene su origen en Por una causa justa, más que hablar de ella misma, es de recibo hablar de su historia. Su autor, un periodista judeo-ruso, fue corresponsal del diario Estrella Roja desde el inicio de la invasión alemana a la Unión Soviética hasta el fin del conflicto. Conoció de primera mano el frente de Stalingrado, fue el primer periodista en describir los horrores del campo de extermino de Treblinka, y también el primero en entrar en Berlín el día de la capitulación de la ciudad. Conoció los favores y la hostilidad del régimen stalinista y, ya bajo el gobierno de Kruschev (nacido, como él, en la actual Ucrania) escribió Vida y destino. Jamás vio publicado su libro, pues no sólo fue prohibido, sino que incluso le fueron requisados los apuntes y correcciones hechos, así como, obviamente, todas las copias de la novela. Grossman murió en 1964, cuatro años después de terminar su obra maestra, que no llegó a publicarse hasta 1980, en Suiza y gracias a que varios disidentes, entre los que se encontraba el prestigioso científico Andrei Sajárov, consiguieron fotografiar las páginas de un borrador del libro y sacar del país los archivos obtenidos. La publicación de Vida y destino en la URSS no tuvo lugar hasta 1988, ya bajo el régimen de Gorbachov.
Sirva este preámbulo para dejar clara una cosa: un régimen totalitario jamás se hubiera tomado tantas preocupaciones por un libro malo, o lleno de falsedades claramente demostrables. Su problema era el contrario: la censura oficial dijo que la publicación de Vida y destino «perjudicaría no sólo al pueblo y al Estado soviéticos, sino a todos los que luchan por el comunismo a nivel mundial. El daño a la causa superaría en mucho al causado por Doctor Zhivago«. Un personaje que tiene mucho de comisario político dice al final de la notable película Excelentísimos cadáveres, de Francesco Rosi: «A veces la verdad no es revolucionaria». He de decir que en pocos libros he encontrado tanta verdad como en Vida y destino. Una verdad compleja, muchas veces terrible, como lo es el ser humano. Grossman se pone del lado de las personas humildes que sufren la barbarie nazi, pero también el totalitarismo soviético, que se cobró millones de vidas en una espiral de sangre y sinrazón que muchos, como ahora, como siempre, como en todas partes, justificaron por la nobleza de una causa cuyos más altos dignatarios fueron sus mayores traidores.
Con razón se ha comparado Vida y destino a otra gran novela rusa como Guerra y paz. Ambas obras son voluminosas, brillantes y de estructura compleja. Grossman tuvo el coraje de explicar la verdad sobre Stalingrado, una pequeña ciudad en la que, durante unos meses, se jugó el destino del mundo. Llenó su novela de pequeñas y grandes historias, a través de las que pululan docenas de personajes, supo ver más allá de los uniformes y las bombas, y narró con prosa inmortal el exterminio del pueblo judío, el sinsentido de la guerra, la titánica lucha de individuos indefensos contra el omnímodo y caprichoso poder del Estado… muchísimas son las cosas a destacar de esta poderosa novela, pero creo que lo que mejor la define, más allá de lo mucho y bueno que cuenta sobre la batalla que cambió definitivamente el curso de la guerra, es el destino de dos de los personajes principales, Shtrum y Krímov: éste, bolchevique que participó en la Revolución de Octubre, comisario político, comunista convencido, justificador de las atrocidades de la deskulakización y aplicado partícipe de las ignominiosas purgas de 1937/38 (que el propio Grossman padeció muy de cerca), acaba siendo considerado un enemigo del Estado en el que siempre creyó por una razón más bien absurda. En cambio, Shtrum, un brillante físico con ideas propias, judío para más inri, considerado por todos una compañía poco conveniente, carne de Lubianka y gulag, pasa a ser un hombre admirado y respetado por todos gracias a un chasquido de dedos (en forma de llamada telefónica) del mismísimo Josif Stalin. La gloria y la muerte están en manos de los caprichosos designios del gran tirano y de su enorme aparato represor. La terrible moraleja de Grossman es que los regímenes nazi y stalinista (y, en general, todos los que, o son totalitarios, o aspiran a serlo) podían ser antagonistas en lo ideológico, pero se parecían demasiado en lo esencial: el odio a la libertad, la eliminación (primero cívica, luego física) de los desafectos, el sacrificio del individuo, su absoluta insignificancia frente al interés común… Vida y destino es una joya literaria, además de un encomiable ejercicio de humanismo, en el mejor sentido de la palabra. Sin duda, una de las mejores novelas (aunque, de ficción, tiene muy poco) que he leído en mi vida. Uno de esos libros que todo el mundo debería leer. Al menos, un libro indispensable para todos aquellos que nos hemos equivocado de mundo.