TRISTANA. 1970. 105´. Color.
Dirección: Luis Buñuel; Guión: Luis Buñuel y Julio Alejandro, basado en la novela de Benito Pérez Galdós; Dirección de fotografía: José F. Aguayo; Montaje: Pedro del Rey; Música: Frédéric Chopin (Fragmentos); Diseño de producción: Enrique Alarcón; Producción: Robert Dorfman y Luis Buñuel, para Época Films- Talía Films-Les Films Corona-Selenia Cinematográfica (España-Francia).
Intérpretes: Fernando Rey (Don Lope); Catherine Deneuve (Tristana); Franco Nero (Horacio); Lola Gaos (Saturna); Antonio Casas (Don Cosme); Jesús Fernández (Saturno); Vicente Soler (Don Ambrosio); José Calvo (Campanero); Fernando Cebrián (Dr. Miquis); Antonio Ferrandis, José María Caffarel, Cándida Losada, Juanjo Menéndez, José Blanch.
Sinopsis: Tristana es una joven que queda al cuidado de Don Lope, un burgués liberal que vive de rentas. Lo que en principio es una relación paterno-filial acaba convirtiéndose en un concubinato que ahoga a Tristana, quien se libera cuando conoce a Horacio, un joven pintor.
Tristana es una película de reencuentros para Luis Buñuel. En primer lugar, con su país natal, España, en el que volvió a rodar ocho años después del sonoro escándalo de Viridiana. También con la obra de Benito Pérez Galdós, de quien una década antes había adaptado Nazarín. Como en aquel largometraje, Buñuel rodó una versión muy libre de la novela, más fiel al espíritu que a la letra del escritor canario. A modo de anécdota, cabe decir que el régimen franquista, deseoso de darse un barniz liberal mientras ajusticiaba presos políticos, permitió que Tristana se estrenara sin que la censura sacara sus tijeras a pasear.
Apartándose del original galdosiano, Buñuel trasladó el lugar de la acción (a Toledo), así como la época en que ésta se desarrolla, situándola en los años de juventud del propio director. El film comienza con una vista aérea de Toledo, ciudad que se nos presenta como recia y opresiva, símbolo de la España eterna. Acompaña a esta vista el repique de las campanas de la catedral. A partir de ahí se inicia un relato con varios niveles de lectura, en el que una vez más se diría que ningún plano, ni desde luego ninguna palabra o gesto, son fruto del azar. Surrealista muy metódico, Buñuel construye una parábola de su país en el que Don Lope simboliza a la burguesía, y por extensión a las clases adineradas, Tristana a la mujer (y también, en cierto modo, a la juventud) y Horacio a los nuevos tiempos de cambio que siempre parecen venir y nunca llegan.
Al perder a su madre, la joven Tristana (que en su primer plano aparece de luto, caminando junto a Saturna, la criada del que será su tutor) queda a cargo de Don Lope, prototipo del caballero español. Distinguido a la par que holgazán, crápula y seductor, prefiere malvivir a trabajar y es un hipócrita de libro. Anticlerical, defensor del amor libre y de los débiles, Don Lope reserva tan nobles ideas para el exterior, pues en su casa es autoritario, machista y celoso guardián de un entorno opresivo que gira alrededor de Tristana, a quien no duda en convertir en su amante, sin importarle que eso vaya contra los deseos de una joven que no tardará en odiarle. Cuando aparece en escena Horacio, el pintor, la película se convierte en un triángulo amoroso en el que todos acaban siendo derrotados: Don Lope, que ha asegurado su posición económica gracias a una herencia, se convierte en su vejez en una triste caricatura de sí mismo; Tristana, obligada a volver junto a un hombre a quien detesta por culpa de una grave enfermedad, vive el destrozo de sus sueños de libertad y deviene en un ser resentido y cruel; y Horacio, un hombre para quien lo primero es su arte, ni quiere ni puede remediar la situación.
Es interesante ver cómo juega Buñuel con los papeles de víctima y victimario, con igual o mayor acierto que el que acababa de tener el otro gran director español, Luis García Berlanga, en La boutique. Don Lope, el corruptor de la inocencia y la pureza de Tristana, acaba siendo un pelele, un ser patético que está a su merced. Para subrayar esta circunstancia, hay que decir que en esta película se encuentra la que posiblemente sea la boda más triste de la historia del cine, tanto que parece un funeral. Buñuel prescinde de la música durante la práctica totalidad del metraje: cuando la incluye (las campanas de la catedral, la pieza pianística que interpreta Tristana al despedirse para siempre de su amante) lo hace con toda la intención. En lo visual, la película es tan sobria como la propia Toledo, y en este aspecto la fotografía de José F. Aguayo es soberbia: podría decirse que sus colores son puro blanco y negro. El surrealismo queda aquí reducido al recurrente sueño de la protagonista, que convierte la cabeza de Don Lope en badajo de campana, lo que viene a subrayar que la hombría del hidalgo español está más en la apariencia y en las maneras que en los hechos. Eso sí, las grandes obsesiones de Buñuel (la religión, el sexo, la muerte, la mutilación) tienen todas un papel fundamental en la película.
De los actores, decir que Fernando Rey está espléndido. Buñuel supo sacar lo mejor de este magnífico intérprete, cuya contribución a la hora de convertir esta película en una verdadera joya debe ser resaltada. Don Lope, como personaje y como símbolo de toda una clase social, es una espléndida creación de Galdós, a la que da forma Buñuel e inmejorable cuerpo Fernando Rey. La gélida belleza de Catherine Deneuve es otra pieza valiosa para el resultado de la película, y en la transformación de su personaje desde sus primeras apariciones hasta las últimas el observador atento puede ver que en el trabajo de la actriz francesa hay más (y mejor) actuación de la que parece. Del triángulo protagonista, el eslabón más débil es Franco Nero, a quien evidentemente Buñuel jamás llamó por su nombre de pila. Quizá por ello, el peso de Horacio en la película es mucho menor que el que tiene en la novela. En cambio, Lola Gaos está, como siempre, excelente, y el plantel de secundarios (que realza escenas como la de la sobremesa de don Lope y los sacerdotes) está muy bien escogido y cumple con muy buena nota.
Película imprescindible del cine español, y para mi gusto una de las mejores de Buñuel, Tristana es un film de esos que hay que ver cada cierto tiempo.