CELOS. 1999. 107´. Color.
Dirección: Vicente Aranda; Guión: Álvaro del Amo y Vicente Aranda; Dirección de fotografía: José Luis Alcaine; Montaje: Teresa Font; Música: José Nieto; Diseño de producción: Josep Rosell; Producción: Fernando Bovaira, para Mongrel Media-Warner Sogefilms, S.A. (España)
Intérpretes: Aitana Sánchez Gijón (Carmen); Daniel Giménez Cacho (Antonio); María Botto (Cinta); Luis Tosar (Luis); Alicia Sánchez (Madre); Pepo Oliva (Padre); Carlos Kaniowski (Féculas); Andrés Lima (Mirindas); Empar Ferrer (Modista); Silvio Pullani (José); Itziar Miranda, Aitor Merino, Marta Belenguer, Joan Gadea.
Sinopsis: Antonio, un camionero, está a punto de casarse con Carmen. Cuando descubre una foto de ella junto a un guapo joven, empieza a obsesionarse con él y a indagar en el pasado de su prometida.
El director barcelonés Vicente Aranda hizo su primera incursión en el drama pasional con El crimen del capitán Sánchez, episodio de La huella del crimen. Años después, obtuvo un éxito mayusculo con Amantes, que en principio iba a ser un capítulo de la misma serie y acabó siendo un notable largometraje. En años posteriores, Aranda incidió en el mismo tema, con resultados desiguales. Celos es otra vuelta de tuerca de Aranda a la cuestión del crimen pasional. Como Amantes, está basada en un hecho real y coescrita por el propio director junto a Álvaro del Amo.
El referente literario por excelencia en el tema de los celos es Otelo, el drama de Shakespeare. Aranda lleva la acción a la España poligonera de finales del siglo XX, y convierte al Moro de Venecia en un camionero obsesionado con una fotografía, la de un hombre (respecto al que se siente claramente inferior) que abraza a su futura esposa en un chiringuito de playa. Como quiera que la información que Antonio recibe sobre el hombre de la foto (y, en general, sobre el pasado de Carmen) es confusa, cuando no del todo inexistente, su obsesión no hace más que acrecentarse. Todas sus inseguridades, su machismo primario, afloran cada vez con mayor intensidad, pues la respuesta a su obsesión es la evasiva, o el mutismo. Para Aranda, el sexo es el motor que mueve el mundo, un poderoso mecanismo que nos aleja de la racionalidad y la lógica que deberían regir nuestros actos. En este mismo blog recogí una frase, que considero acertadísima, de André Maurois: «Debemos a la Edad Media los dos peores inventos de la humanidad: el amor romántico y la pólvora». Los celos forman una parte, no precisamente despreciable, de la cara oscura del amor romántico, que Aranda disecciona con crudeza: Antonio crea en su mente al rival perfecto, al hombre al que jamás podrá reemplazar en el corazón, y en el coño, de su mujer; Carmen tiene un pasado oscuro, que su mente no ha borrado, y utiliza el sexo para convencer a Antonio, y también a sí misma, de que José (tal es el nombre del antiguo novio) es agua pasada; Cinta, la mejor amiga de Carmen, es una mujer que lleva a la práctica sin complejos el dicho sadiano de que la fuerza del hombre es un puño cerrado y la de la mujer, unas piernas abiertas; y Luis, el fiel confidente de Antonio, no es más que la demostración de que, ante ciertos hechos de la vida, sólo conseguimos ser racionales cuando éstos no nos afectan directamente. Por fin, la loca búsqueda de José que emprendió Antonio da sus frutos, que serán lavados en sangre.
Celos es una película irregular, con momentos excelentes (por ejemplo, el clímax final) y otros redundantes o que simplemente chirrían. Lo mismo puede decirse de la banda sonora de José Nieto, brillante en algunos temas (el que acompaña a los créditos iniciales, por ejemplo) y menos inspirada en otros. Quien sí destaca durante todo el metraje es José Luis Alcaine, uno de los grandes directores de fotografía que ha dado España. Aranda, cuyo estilo es más bien seco, se deja llevar por la estética en ocasiones, consiguiendo un resultado notable en la escena final.
En cuanto a los actores, me confieso seguidor entusiasta de Aitana Sánchez Gijón, por entonces en su mejor momento físico y artístico. En Celos hace uno de sus mejores trabajos para la gran pantalla. Me gusta menos el protagonista masculino, Daniel Giménez Cacho, y no porque sea mala su actuación, sino porque en su personaje no se aprecia evolución en el transcurso del film: Antonio me resulta demasiado transparente en una película oscura. María Botto cumple en su papel de devorahombres, y Luis Tosar ya estaba opositando a lo que es hoy, uno de los grandes actores españoles.
Incido en lo ya dicho: Celos es un interesante estudio sobre la cara oscura del amor romántico, y también una película a contracorriente en tiempos de corrección política y en una época en la que un solo sexo parece ser el culpable de todos los males del mundo. Sin llegar al nivel de Amantes, sí es un film digno de verse, servido por un director de marcada personalidad y con mucho oficio.