A la sala 2 del Auditori llegó anoche Béla Fleck, el Paco de Lucía del banjo. Lo hizo acompañado de otra virtuosa de este instrumento, que es además su mujer y responde al nombre de Abigail Washburn. Ambos han grabado un álbum magnífico, que vinieron a presentar a Barcelona dentro de la programación del Festival de Jazz de la ciudad.
Soy fan de Béla Fleck desde hace años, pero siempre le había visto actuar en compañía de los Flecktones, que en directo eran una bomba. Confieso que un proyecto mucho más cercano al country me daba cierto reparo, pero me bastó escuchar Railroad, la primera canción del disco, para convencerme de que era mejor no perderme la actuación.
Lo que escuché anoche es música de y con raíces, pero muy viajada. Tanto que Abigail Washburn, que vivió varios años en China y domina el mandarín, se permitió cantar una canción en dicho idioma que sonaba a puro Tennessee. Ambos músicos derrocharon simpatía y complicidad mientras mostraban un arte que va más allá del simple virtuosismo; este hecho resultó más que evidente cuando Washburn cantó a capella una pieza escrita en los años 30 que denunciaba las condiciones laborales de los mineros en los montes Apalaches. El concierto tuvo otros momentos para recordar, como la interpretación de New South Africa, la muy definitoria Banjo Banjo o un pedazo de solo de la mitad masculina de la pareja que fue celebrado por la otra mitad con un comentario de lo más escueto: «Not bad, Fleck». Él y Washburn tuvieron tiempo de explicar sus respectivas, y muy dispares, técnicas de tocar el banjo, de dedicar canciones a músicos que les influyeron, como Earl Scroggs, e incluso de nombrar a Barcelona en la letra de uno de sus temas. En resumen, un buen puñado de bellas canciones que, desde lo más profundo y auténtico de la América rural, se abren a los sonidos del mundo sin complejos, pero sin renuncias. Pues sí, me gusta el banjo.
Una murder ballad que también sonó anoche:
Pedazo de versión que prueba que, además de virtuosismo, hay mucho sentido del humor: