Anoche actuó en la Sala 2 del Auditori un invitado asiduo del festival de jazz de la en estos días fétida ciudad de Barcelona, Kurt Rosenwinkel, uno de los mejores guitarristas del planeta. Vino el hombre a hacer un concierto en solo, lo que nunca deja de ser un deporte de riesgo para cualquier músico. Entre la audiencia, muchos aprendices de Rosenwinkel dispuestos a conocer de primera mano los trucos del artista en formato tan complicado.
Confieso que ayer no tuve el día más ocioso posible. Vamos, que estaba cansado. Por eso, albergaba cierto temor a que, pese a ser un seguidor fiel de Kurt Rosenwinkel, su concierto solista fuera una prueba difícil para mi viejuno organismo. Nada más lejos de la realidad: la pericia del artista, su buen gusto y su habilidad para transitar diferentes caminos con la guitarra me sirvieron de revitalizante. Cierto es que utilizó samplers, pero no con profusión: de hecho, aparecieron en tres canciones. Las piezas de guitarra, sin más aderezos que el ocasional acompañamiento en vocalese, fueron mayoría, y fueron muy bellas; con Ugly beauty, Rosenwinkel demostró de nuevo que su entendimiento de la música de Thelonious Monk es profundo. El guitarrista, capaz de explorar diversos sonidos siendo fiel a su estilo y sin sonar nunca sucio (eso, en él, parece imposible). dio una lección de técnica y buen gusto. Abandonó el escenario haciendo el signo de la paz y, antes del bis, habló de la barbarie yihadista a partir de una conversación que tuvo con un pianista parisino amigo suyo, que le dijo que lo mejor que podían hacer los músicos para hacer frente a esa escoria abominable, que debe ser eliminada sin reparar en medios (la definición es de un servidor) es, simplemente, tocar bien. Cuando empuña su guitarra, Kurt Rosenwinkel es incapaz de hacer otra cosa.
Canción incluida en un álbum que plasmó la conexión de Rosenwinkel con Barcelona:
Zhivago: