PÍO BAROJA. La busca. Salvat. 189 páginas.
El escritor vasco Pío Baroja gustaba de agrupar sus obras en trilogías. La busca es la primera de las novelas que forman La lucha por la vida, completada más tarde con Mala hierba y Aurora Roja. No es difícil encontrar en esta obra huellas de Dostoievski, Dickens o Galdós, pero hay que decir que se nutre principalmente de la experiencia del propio autor, primero como médico en algunos de los barrios más deprimidos de Madrid, y más tarde como patrón panadero en la capital.
Baroja siempre vio Madrid con ojo crítico, espejo de los muchos males que aquejaban (la mayoría siguen haciéndolo) a España. Uno de los más importantes es la brutal desigualdad entre clases. Por eso, centró su mirada en los más humildes, en los desheredados, en quienes no tenían otro destino que una existencia miserable. Manuel, el joven protagonista, es otro chico de pueblo que viaja a Madrid atraído por las posibilidades que siempre ofrece la gran ciudad. Allí trabaja su madre, Petra, criada en una pensión. El muchacho empieza a trabajar como chico de los recados para pasar más tarde por diversos empleos, cada uno de ellos más duro que el anterior, mientras toma contacto con la pequeña delincuencia del extrarradio, encarnada en su primo, Vidal, y en un amigo de éste, El Bizco. Durante toda la obra, Manuel se debate entre la honradez y el golferío, entre el trabajo duro y el vagabundeo. Llega a conocer bien ambos mundos. Todo va a serle difícil, pero puede escoger. Todos podemos, viene a decirnos el autor. Y no miente.
La busca se estructura en tres partes, cada una de ellas dividida en un número variable de capítulos breves. Dos momentos decisivos para Manuel son la muerte de su primo Leandro, quien se suicida después de asesinar a la mujer a la que pretendía, y la de Petra, que ocurre al comenzar la tercera parte. Es sintomático el modo en que Baroja titula este momento: «Una de las muchas maneras desagradables de morir que hay en Madrid». La busca es una novela desagradable (o, para ser más exactos, sobre lo desagradable), por lo que describe y por el estilo, parco y directo, del autor. Baroja era poco amigo de los paños calientes (y de tantas otras personas y cosas), y siempre fue fiel a sí mismo. No obstante, concluye la obra con un final esperanzador, aunque nada complaciente.
Me atrevo a decir que, sin ser su obra maestra, La busca es una de las novelas más destacadas del que a mi parecer es, como poco, el mejor novelista español de la primera mitad del siglo XX. Quien quiera saber cómo vivían los pobres (ya fueran por origen -los bisabuelos de muchos lectores de hoy-, o por pérdida de posición social) en el Madrid de hace poco más de un siglo, y quiera hacerlo leyendo una historia de ficción tan breve como certera, debe leer este libro.