TORMENTO. 1974. 94´. Color.
Dirección: Pedro Olea; Guión: Ricardo López Aranda, José Frade, Ángel María de Lera y Pedro Olea, basado en la novela de Benito Pérez Galdós; Dirección de fotografía: Fernando Arribas; Montaje: José Antonio Rojo; Música: Carmelo Bernaola; Decorados: Antonio Cortés; Producción: José Frade, para José Frade Producciones Cinematográficas (España).
Intérpretes: Ana Belén (Amparo); Francisco Rabal (Agustín Caballero); Concha Velasco (Rosalía de Bringas); Javier Escrivá (Pedro Polo); Rafael Alonso (Francisco de Bringas); Ismael Merlo (Padre Nones); María Luisa San José (Refugio); Amelia de la Torre (Marcelina Polo); María Isbert (Prudencia); Milagros Leal, José Ignacio Cabal, María de las Rivas, María Álvarez.
Sinopsis: Agustín, un rico indiano, llega a Madrid para conocer a unos parientes, los Bringas, quedándose prendado de Amparo, la joven criada del matrimonio. La muchacha oculta un secreto: tuvo una historia de amor con un sacerdote.
El novelista canario Benito Pérez Galdós es uno de los escritores españoles más afortunados en lo referente a las adaptaciones de sus obras, no sólo porque sus libros han sido trasladados con generosidad al cine y la televisión, sino también porque el resultado artístico de varias de esas adaptaciones, empezando por las llevadas a cabo por Luis Buñuel, es muy meritorio. Tormento, dirigida por el irregular realizador vasco Pedro Olea, pasa por ser otra de las mejores adaptaciones cinematográficas de una novela de Galdós.
En la deprimida España del siglo XIX, que fue perdiendo su poder colonial a marchas forzadas y miraba a las grandes potencias europeas cada vez más de lejos, se hizo frecuente la figura del indiano, alguien que había hecho fortuna en las Américas y regresaba a la madre patria para vivir de lo obtenido. Agustín Caballero, el protagonista masculino de Tormento, es uno de esos hombres. Nada en la abundancia, al contrario que sus parientes madrileños, los Bringas, que tienen bastantes más contactos que caudales. Por eso a Rosalía, la matriarca del clan, se le hace la boca agua al pensar en su regreso al gran mundo, de la mano del dinero que Agustín reparte con generosidad. Sus planes se tuercen cuando descubre que Agustín se ha enamorado nada más y nada menos que de su joven criada.
Tormento es una adaptación muy fiel de la novela de Galdós (excepto en el final, aunque hay que decir que el de la película es muy bueno), con una cuidadísima puesta en escena y una detallada recreación del Madrid decimonónico. Más allá de la indudable calidad literaria del original, el film, que se beneficia de la creciente manga ancha que otorgaba la censura en los últimos estertores del régimen franquista (apenas un lustro antes era impensable que se autorizara la exhibición de una película en la que tiene gran importancia el arrebatado enamoramiento de un sacerdote sin vocación), es elegante, cargado de simbolismos que muestran el carácter hipócrita, oprimido y represivo de la sociedad española de la época, y tras su ritmo pausado oculta un drama de gran intensidad. Olea sabe vestir el film con estilo, aunque su presupuesto no es holgado, y explota de manera acertada una de las grandes virtudes que tiene Galdós como novelista: su agudo conocimiento de la psique humana. Los personajes que aparecen en Tormento no pueden ser desconocidos para nadie: el hombre rico a quien su dinero permite esquivar las convenciones sociales y disfrutar de la adulación de los demás; la bella joven que enamora a los hombres casi a su pesar (mosquita muerta: así la bautizan); la harpía envidiosa y maquinadora; el esposo sumiso y bonachón; las viejas beatas; el hombre que dilapida su posición y su prestigio a causa de una adicción (a una persona, en este caso)… Tormento nos dice que la libertad, para vivir y para amar, es siempre una carrera de obstáculos. También nos dice, por desgracia, que en ese vital aspecto, poco o nada había avanzado la sociedad española entre la época en la que se ambienta la película y el año en que se rodó.
Del ilustre plantel de actores, quien se lleva la palma es una Concha Velasco a la que su papel en Tormento le sirvió para dar un giro a su carrera y mostrarse como una actriz muy dotada para el drama. El último plano en que ella aparece justifica por sí solo el visionado de la película. Paco Rabal hace una interpretación a medio camino entre el galán de sus primeros tiempos y el actor de raza que bien pronto demostró ser. Contenida y elegante, su intervención es muy destacada. Ana Belén está claramente un escalón por debajo de los otros protagonistas, limitándose a una actuación correcta. Más me gustan el apasionado Javier Escrivá y el siempre eficaz Rafael Alonso. Otros secundarios, como la por entonces omnipresente María Luisa San José, Ismael Merlo y, sobre todo, María Isbert, consiguen brillar en sus escenas.
Adaptación literaria muy lograda, Tormento es la mejor película de Pedro Olea, a la vez que una nueva demostración de que el universo literario de Benito Pérez Galdós se encuentra entre los más interesantes de la literatura española.