VERONICA GUERIN. 2003. 96´. Color.
Dirección: Joel Schumacher; Guión: Carol Doyle y Mary Agnes Donoghue, según un argumento de Carol Doyle; Director de fotografía: Brendan Galvin; Montaje: David Gamble; Música: Harry Gregson-Williams; Diseño de producción: Nathan Crowley; Dirección artística: Patrick Lumb y Julie Ochipinti; Producción: Jerry Bruckheimer, para Jerry Bruckheimer, Inc.-Touchstone Pictures (Reino Unido-Irlanda-EE.UU.).
Intérpretes: Cate Blanchett (Veronica Guerin); Gerard McSorley (John Gilligan); Ciarán Hinds (John Traynor); Brenda Fricker (Bernie Guerin); Don Wycherley (Chris Mulligan); Barry Barnes (Graham Turley); Simon O´Driscoll (Cathal); Emmett Bergin (Aengus Fanning); Charlotte Bradley, Mark Lambert, Garrett Keogh, Mary McDermottroe, David Murray, Barry McEvoy, Gina Costigan, Gerry O´Brien, Laurence Kinlan, Colin Farrell.
Sinopsis: Veronica Guerin, una periodista irlandesa, empieza a investigar a los grandes capos de la droga que campan a sus anchas por Dublín.
Dueño de una carrera marcada por los altibajos, Joel Schumacher siempre ha destacado más por su oficio que por su habilidad para narrar historias. Buen dominador de la técnica cinematográfica, siempre ha necesitado guiones potentes para superar sus carencias narrativas. Cuando ha dispuesto de ellos, como en la notable Un día de furia, los resultados hablan por sí solos, pese a que ni siquiera en sus obras más redondas Schumacher haya contado con el respaldo mayoritario de la crítica.
Veronica Guerin es un film de denuncia que, por sus características, bien podría haber dirigido Alan Parker. Narra la lucha de una valiente periodista para desenmascarar a los grandes narcotraficantes de Dublín, cuyo negocio iba mejor que nunca a mediados de los 90. Guerin empezó a publicar artículos denunciando la impunidad de los capos irlandeses de la droga en esa época, que coincide con el asesinato del célebre delincuente Martin Cahill, El General, quien aparece en esta película de una forma bien distinta a como lo retrata John Boorman en el film homónimo. Guerin, periodista del Sunday Independent, ya había destacado como autora de reportajes que denunciaban los poco piadosos tejemanejes típicos de la iglesia irlandesa, pero fue su lucha contra el narcotráfico la que le hizo célebre, y la situó en el punto de mira de los criminales más peligrosos de su país.
El mensaje de la película se envía al espectador sin ningún tipo de sutilezas, tal y como puede comprobarse en la escena en la que unos niños juegan a pincharse en una callejuela atestada de jeringuillas usadas. La protagonista es una heroína pura, un personaje trágico sin más defectos que el de ser un peligro al volante. Muy maniqueo todo, pero quien siga las noticias policiales sabrá que el retrato que se hace en la película de los capos de la droga no anda muy desencaminado. También muy efectivo: la historia es poderosa, está bien contada y logra el objetivo de implicar al espectador y hacerle partícipe de una lucha enormemente desigual, la de una mujer valiente contra un puñado de criminales sin escrúpulos. En algunos de ellos se echa en falta una caracterización más matizada, pero más allá del efectismo, que lo hay, tenemos un drama narrado con convicción.
En lo visual, la película está muy bien resuelta, algo que se comprueba desde la primera escena. Schumacher, eso sí, no renuncia a su estilo a la hora de reflejar en pantalla el cruel modus operandi de los narcos, con planos que buscan sin ambages impactar al público. La música incidental es bastante correcta: lo que me sobra es alguna pieza musical demasiado edulcorada en las escenas y créditos finales. Notable el montaje, siendo de destacar el hecho de que la película cuente tantas cosas sin apenas superar la hora y media de duración.
A nivel interpretativo, el film no puede explicarse sin la omnipresencia de Cate Blanchett, una excelente actriz que sabe alternar las grandes superproducciones con films mucho más pequeños, en los que puede lucir de manera más notoria sus extensos recursos como intérprete. La mirada de Blanchett, su nerviosa gestualidad, captan del modo más idóneo el carácter valeroso, y un punto suicida, de la periodista a la que encarna. Gerald McSorley repite su sempiterno papel de malvado exento de piedad, y considero que tanto su personaje como su interpretación son demasiado unidimensionales. En cambio, Ciarán Hinds saca mucho provecho de un personaje mucho más ambiguo y rico que el de McSorley. Loables son también las breves intervenciones de Brenda Fricker, aunque justo es decir que el protagonismo absoluto de Blanchett y el enfático tono de la película hacen que el resto de personajes (cameo de Colin Farrell incluido), con las excepciones ya señaladas, resulten demasiado planos.
Veronica Guerin es el retrato de una mujer que, como tantos otros periodistas en todo el planeta, fue asesinada por hacer su trabajo. Es también un elogio de la gente que tiene el valor de enfrentarse al mal, de desafiar a quienes prosperan gracias a la cobardía y la debilidad ajenas. Y, por supuesto, es una buena y necesaria película.