NO PROFANAR EL SUEÑO DE LOS MUERTOS. 1974. 88´. Color.
Dirección: Jorge Grau; Guión: Juan Cobos, Sandro Continenza, Marcello Coscia y Miguel Rubio; Dirección de fotografía: Francisco Sempere; Montaje: Domingo García y Vincenzo Tomassi; Música: Giuliano Sorgini; Diseño de producción: Carlo Leva; Dirección artística: Rafael Ferri; Producción: Edmondo Amati y Manuel Pérez, para Star Films, S.A.-Flaminia Produzioni Cinematografiche (España-Italia)
Intérpretes: Cristina Galbó (Edna Simmonds); Ray Lovelock (George); Arthur Kennedy (Inspector); Aldo Massasso (Detective Kinsey); Jeannine Mestre (Katie); José Lifante (Martin); Giorgio Trestini, Roberto Posse, Gengher Gatti, Fernando Hilbeck, Vera Drudi, Vicente Vega, Paco Sanz, Joaquín Hinojosa, Isabel Mestres.
Sinopsis: George, un anticuario hippie, viaja a una casa de campo para pasar el fin de semana. Un accidente le obliga a permanecer en un pequeño pueblo, en el que se experimenta con una maquinaria que elimina los parásitos de las huertas.
El éxito de La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, provocó un aluvión de películas de temática zombi, subgénero que, lejos de quedarse en una moda puntual, vive un nuevo período de esplendor en estos últimos años. La mayor parte de films nacidos a la sombra del mal envejecido clásico de Romero dan más miedo por su pésima calidad que por los zombis que en ellas aparecen. No profanar el sueño de los muertos es una muy honrosa excepción a esta regla.
El film de Grau consigue superar las limitaciones de su ajustado presupuesto, y también un arranque algo titubeante, para convertirse en una notable película de terror en cuanto el primer muerto viviente aparece en la pantalla. Si el gran lastre del referente estadounidense eran las escenas en las que no aparecían zombis, Grau es capaz de mantener un notable clima de tensión y comunicar al espectador el miedo que sienten sus personajes. Le ayudan dos aspectos que enriquecen la obra: su mensaje ecologista (es el uso inconsciente y antinatural de la tecnología el que provoca la resurrección de los muertos) y el marcado conflicto intergeneracional que se produce en cada encuentro entre el protagonista masculino y el inspector de policía.La historia se puede resumir en un par de líneas y no es que sea el colmo de la originalidad, pero el guión la desarrolla de manera más que coherente y Grau la dirige con buen pulso. Un pequeño pueblo de la campiña inglesa se convierte en el escenario de un desastre provocado por la mano del hombre, que se cierne sobre dos inocentes: un joven anticuario y una mujer que se dirige al lugar para visitar a su hermana toxicómana. Ante la tragedia, los jóvenes optan por asumirla y acaban por descubrir el hecho que la provoca. Los adultos se decantan hacia la incredulidad, la respuesta usual (errónea frente a circunstancias del todo inusuales) y la represión. En este punto, la ceguera policial y la inconsciencia de quienes manejan las máquinas no hacen otra cosa que incrementar la magnitud del problema. Más allá del discurso, escenas como las que transcurren en el sótano (en la que brilla la fotografía de Francisco Sempere) o la clínica pertenecen al buen cine de terror. La falta de medios se suple, de un modo muy satisfactorio, con imaginación y una atmósfera malsana que rodea a dos personajes que luchan por evitar la catástrofe sin encontrar ningún tipo de ayuda.
Como suele suceder en las coproducciones, el reparto es de lo más variopinto e internacional. Quienes mejor trabajo hacen son Cristina Galbó, actriz que ya había destacado en La residencia y cuya carrera cinematográfica no le hace justicia, y un secundario de lujo como Arthur Kennedy, brillante en su papel de policía con no pocos tics reaccionarios. Al protagonista masculino, Ray Lovelock, lo veo un poco más justo, sin llegar a desentonar, calificación que puede extenderse al plantel de secundarios, en el que se incluyen algunos rostros muy conocidos del cine y la televisión en España, como los de José Lifante o Fernando Hilbeck.
No profanar el sueño de los muertos goza de un merecido status de película de culto, por ejemplo en los Estados Unidos, es sin duda una de las mejores películas de zombis rodadas en Europa, y también de las realizadas por un director cuya carrera prometía más de lo que llegó a ofrecer, pero que puede presumir de ser el autor de un puñado de películas muy recomendables.