PHILOMENA. 2013. 95´. Color.
Dirección: Stephen Frears; Guión: Steve Coogan y Jeff Pope, basado en el libro de Martin Sixsmith The lost child of Philomena Lee; Dirección de fotografía: Robbie Ryan; Montaje: Valerio Bonelli; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Alan MacDonald; Dirección artística: Rod McLean y Sarah Stuart; Producción: Steve Coogan, Tracey Seaward y Gabrielle Tana, para Magnolia Mae Films-Baby Cow-Pathè- BBC Films- British Film Institute (Reino Unido).
Intérpretes: Judi Dench (Philomena Lee); Steve Coogan (Martin Sixsmith); Sophie Kennedy Clark (Joven Philomena); Mare Winningham (Mary); Barbara Jefford (Hermana Hildegarde); Ruth McCabe (Madre Barbara); Peter Hermann (Pete Olsson); Sean Mahon (Michael); Anna Maxwell Martin, Michelle Fairley, Wunmi Mosaku, Amy McAllister, Charlie Murphy, Cathy Belton, Charles Edwards.
Sinopsis: Philomena, una anciana irlandesa, decide buscar al hijo, producto de un embarazo adolescente, que le fue arrebatado por unas monjas.
Stephen Frears, uno de los más prestigiosos cineastas británicos, es poseedor de una filmografía muy diversa, cuyo nivel medio es bastante alto. Existe algo muy parecido a la unanimidad a la hora de considerar que Philomena es su mejor película de la última década. No he visto varios de sus anteriores films, pero puedo decir que detrás de este drama, basado en hechos reales, hay un muy buen director de cine, capaz de construir una película lograda y sensible con un material que, en otras manos, hubiera dado para un rutinario telefilme de sobremesa.
Por el motivo recién expuesto, la etiqueta «basado en hechos reales» suele provocar urticarias entre los cinéfilos más despiertos. Y si a ella se le une la de «historia de interés humano», lo normal es encontrarse con un subproducto blandorro para mentes por desarrollar. Por eso, por explicar con rigor, excelente factura técnica y buenas actuaciones, lo que ocurre cuando una noche de lujuria adolescente acaba en embarazo no deseado en un país ultracatólico, Philomena es una película notable, cuyo mayor artífice es su protagonista masculino, Steve Coogan, pues ejerce además de productor y coguionista. Frears pone su mucho oficio en esta película de encargo, a la que sabe dotar de entidad cinematográfica y de un detallismo muy de agradecer.
El drama de los niños robados, del que sabemos mucho en España, es otra de esas cosas por las que la Iglesia católica merece mi más absoluto desprecio. La película explica ese drama de un modo diáfano, y buena parte de su gracia radica en colocar al lado de la mujer que lo sufrió a un personaje opuesto a ella: hombre, ateo, culto, refinado… una especie de Christopher Hitchens, para entendernos. Desde siempre, los poderosos pretenden que los pobres no tengan educación, pues así pueden manejarlos a su antojo. La suerte de Philomena Lee fue conocer a un prestigioso periodista, caído en desgracia, que le abrió todas las puertas que ella, por sí sola, no hubiese podido traspasar para conocer el paradero del hijo que tuvo en la adolescencia. Martin Sixsmith, el intelectual ajeno a las historias de interés humano, es el arma para desenmascarar el abuso de poder cometido contra Philomena Lee. Como sucede en las buenas historias, el antagonismo sirve a ambos personajes para evolucionar. Sin que, como puede verse en la escena final, ninguno de ellos sea infiel a su naturaleza.
Ayudado por unos técnicos de prestigio, de entre los que destaca un Alexandre Desplat cuya inspiración parece inagotable, Frears ilustra la historia con arte, dosifica los primeros planos y, sin restarle a la historia ni un ápice de su fuerte carga emocional, consigue no caer en lo folletinesco, que puede estar en la trama, pero no en su forma de exponerla.
Philomena es, sobre todo, una película de actores. De dos actores, en concreto, pues todo se centra en el magnífico trabajo de la gran Judi Dench, una de esas actrices que parece capaz de darle vida a los personajes más variopintos, y de un Steve Coogan que sabe darle buena réplica. Dench tiene la habilidad de hacer que su personaje, tan entrañable como cargante, no se convierta en una caricatura haciendo gala de los recursos que hacen grande a un actor: el cuidado acento, las miradas, los gestos. Por su parte, Coogan le pone alma a su papel, en un proyecto que hizo tan suyo. Del resto del reparto, destacar a Barbara Jefford, terrorífica, que borda el rol de bruja mala que no puede faltar en todo cuento que se precie, por muy real que éste sea.
Como le ocurre a Martin Sixsmith, celebro, pese a todo (y a casi todos) no haber alcanzado aún el grado de cinismo suficiente para impedirme disfrutar de una película como Philomena, que viene a ilustrar el inmenso daño que pueden causar los defensores del bien. Entiendo a quienes, a priori, puedan no estar interesados en esta clase de historias, pues a mí me sucedió algo parecido. Pero, en casi todos los sentidos, Philomena es la mejor película posible, y eso hay que agradecérselo a quienes han trabajado en ella.