MAPS TO THE STARS. 2014. 108´. Color.
Dirección: David Cronenberg; Guión: Bruce Wagner. Director de fotografía: Peter Suschitzky; Montaje: Ronald Sanders; Diseño de producción: Carol Spier; Música: Howard Shore; Vestuario: Denise Cronenberg. Producción: Martin Katz, Michel Merkt y Said Ben Said, para Prospero Pictures- Integral Film-Sentient Entertainment-SBS Productions (Canadá-EE.UU.).
Intérpretes: Julianne Moore (Havana Segrand); Mia Wasikowska (Agatha Weiss); John Cusack (Stanford Weiss); Evan Bird (Benjie Weiss); Olivia Williams (Christina Weiss); Robert Pattinson (Jerome Fontana); Sarah Gadon (Clarice Taggart); Kiara Glasco, Dawn Greenhalgh, Jonathan Watton, Jennifer Gibson, Gord Rand, Justin Kelly, Allegra Fulton, Jayne Heitmeyer, Carrie Fisher.
Sinopsis: Agatha es una joven que llega a Los Angeles desde Florida. Gracias a su amistad con Carrie Fisher, consigue trabajo como asistente personal de Havana Segrand, una famosa actriz. Agatha no es quien dice ser, y su llegada servirá para revivir oscuros episodios del pasado.
Con independencia de la temática o del resultado de su film de turno, la mirada de David Cronenberg jamás ha sido complaciente. Que el canadiense la posara sobre Hollywood, terreno abonado para retratar la insania, no podía dar lugar sino a algo tan retorcido, tan repulsivo y, valga la paradoja, tan atractivo como Maps to the stars, una de las películas más inmisericordes que se hayan rodado sobre la Meca del Cine.
Conocer qué hay detrás de una obra de arte enriquece a quienes se dedican a valorarla. Por eso, es importante saber que Bruce Wagner, el guionista de Maps to the stars, fue conductor de limusinas en Hollywood. Al parecer, Wagner se quedó con las ganas de estrellar su vehículo contra un muro de hormigón cuando llevaba a algunos famosos hacia sus lujosas mansiones. En su lugar, escribió un guión. Y nadie mejor que David Cronenberg, el cineasta que mejor navega por las ciénagas de la mente humana, para reflejar, con el adecuado tono impío, un mundo en el que la hipocresía, la vanidad, la competitividad extrema y la superficialidad más absoluta son el caviar de cada día. En Maps to the stars, todos los personajes rivalizan por desempeñar el rol más repugnante de la función, y cuesta decidirse por uno de ellos. Quienes no son directamente horrendos, como el joven chófer Jerome, son corruptibles, lo que a la larga viene a ser casi lo mismo.
En Maps to the stars existe una fuerte intención moral. Como hiciera en Todo por un sueño, una de sus más curiosas apariciones como actor en películas ajenas, Cronenberg, apoyándose en el libreto de Bruce Wagner, se erige en justiciero. Siguiendo el hilo de la gloriosa metáfora de La dama de Shanghai («cuando a los tiburones se les acaban las presas, se devoran entre ellos»), todos los personajes acaban pagando sus despreciables c0mportamientos, pues unos a otros se van arrebatando las oportunidades de redención. Quien enciende la mecha es Agatha, el ser expulsado del Paraíso que regresa a él, no queda muy claro si en busca del perdón o del ajuste de cuentas. La moraleja del film es que da igual cuánta fama o dinero le des a alguien que está roto por dentro: conseguirá ser infeliz igualmente, y se desvivirá para que los demás también lo sean. Incesto, adicciones, sexo mecánico, maldad en estado puro… Cronenberg, en su salsa. Todo está rodado con el distanciamiento marca de la casa, con una frialdad que no hace sino acentuar la podredumbre de unos personajes a quienes director y guionista se vanaglorian en despreciar. El cineasta canadiense ha conseguido una conexión casi telepática con Peter Suschitzky, cuyas imágenes tiene la belleza del hielo. Lo mismo ocurre con el compositor Howard Shore, aquí más en segundo plano que en colaboraciones anteriores, o con el resto de técnicos, imprescindibles en erl universo cinematográfico de David Cronenberg.
Respecto a los personajes, todos son jugosos, y ninguno fácil. Se me acaban los adjetivos con Julianne Moore, actriz prodigiosa, valiente y de innumerables registros. Sin ella, Maps to the stars sería otra cosa. Peor, porque ninguno de sus compañeros de reparto está a su altura. La escena en la que Moore acaba de convencernos de que Havana no es un personaje sensible y torturado, sino una hija de puta con todas las letras, no puede calificarse más que de antológica. Me gusta Mia Wasikowska, pues consigue que su personaje nunca deje de navegar entre lo angelical y lo siniestro, y también Olivia Williams, actriz que por su nivel está llamada a competir en las grandes ligas. A John Cusack le he visto mejor otras veces, a Evan Bird la película le viene grande y a Robert Pattinson se le agradece el intento de redimirse por la fama conseguida gracias a un subproducto como Crepúsculo, pero creo que le falta un hervor. Me gusta que en esta película aparezca Carrie Fisher, que conoce muy bien la cara oculta de Hollywood.
Maps to the stars es, más que una película, un viaje al lado oscuro. Fría, bizarra, macabra y malvada pero, al fin, moral. Eso sí, quienes conciben el cine como mero entretenimiento, mejor que se abstengan de verla y sigan con sus superhéroes.