Incluso a los misántropos nos quedan refugios. Y para compensar la ñoñería de las rosas y los libros malos, qué mejor que ir a L´Hospitalet para ver, dentro de la programación de las fiestas de primavera de la ciudad, a algunas de las figuras más carismáticas del rock nacional. Como uno no puede estar en todas partes, me perdí el concierto de Boni, pero llegué a La Farga justo al inicio del concierto de Los Suaves.
La banda orensana se halla en plena gira de despedida, y anoche tuvo la que merece. Mucho público, legión de fans entregados, que lucían camisetas decoradas con ese gato que, sin duda, es uno de los logos más emblemáticos del rock español, y un aluvión de clásicos que fueron coreados hasta la ronquera por una audiencia sobre la que pesaba un cierto aire de nostalgia, de tiempo que se escapa. El sonido fue malo, sin paliativos, pero el grupo se entregó al máximo. Yosi derrochó carisma, los guitarristas Alberto Cereijo y Fernando Calvo lucieron su excelente técnica (con homenaje final a Ritchie Blackmore incluido), y ahí queda la fuerza de canciones como Maldita sea mi suerte, Dolores se llamaba Lola, La noche se mueve, Peligrosa María o No puedo dejar el rock, piezas que son parte de la juventud de mucha gente, servidor entre ella. Los Suaves son un ejemplo de cómo el esnobismo de los grandes medios de comunicación, en lo que a crítica musical se refiere, ha llevado al rock a convertirse en una especie de placer semiclandestino, y también de la loable fidelidad de los fans de esta música. Y anoche se despidieron a lo grande.
Siempre Suaves:
Después del arrollador concierto de Los Suaves, apareció Loquillo, al frente de su banda, para aportar su particular visión del rock. La primera parte del concierto sirvió para presentar al público las canciones de su nuevo álbum, Viento del este, que fueron recibidas con tibieza por una audiencia que, en gran mayoría, acudió para cantar y bailar al son de Carne para Linda, El rompeolas, Feo fuerte y formal, La mataré y Ritmo del Garaje… que sonaron seguidas ante el delirio de la numerosa concurrencia. La presencia escénica de Loquillo apenas tiene parangón en el rock español, el sonido, sin ser maravilloso,, fue bastante más nítido que en la actuación de Los Suaves, y no hay tanta gente en esta parte del planeta que, además de los clásicos mencionados, pueda presumir de temas de la calidad de Línea clara, El hombre de negro y Memoria de jóvenes airados, que también sonaron en La Farga. Loquillo es importante por lo que fue, pero también por lo que es hoy. Y lo sabe: reivindica sus viejos éxitos (hasta sonaron Esto no es Hawai y Quiero un camión), pero lo suyo se resume en una de las canciones que sonaron al final: Rock & roll actitud. El final, con Cadillac solitario, fue espectacular. Me faltaron La mala reputación, Con elegancia, Hombres y Rock suave, pero no me quejo.
Que jamás la encuentre:
Pues eso: