MONTY PYTHON: ONE DOWN, FIVE TO GO, 2014. 155´. Color.
Dirección: Eric Idle y Aubrey Powell; Guión: Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin; Dirección de fotografía: Brett Turnbull; Montaje: Benny Trickett; Música: Monty Python (Canciones); Producción: Fiz Oliver y Jim Beach, para Eagle Vision (Reino Unido-EE.UU.).
Intérpretes: Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones, Michael Palin, Carol Cleveland, Sam Holmes, Brian Cox, Eddie Izzard, Mike Myers, Stephen Hawking.
Sinopsis: Actuación de despedida que el grupo cómico Monty Python realizó en Londres en 2014.
Esto que van a leer no es una reseña, ni mucho menos una crítica, sino un elogio encendido, para el que no usaré mis propias palabras y recurriré a las que pronunció Mike Myers sobre el escenario del 2 Arena: «Monty Python es el mejor grupo cómico de la historia en lengua inglesa». Y de todas las otras, me permito añadir. Creado a finales de los 60, el grupo sentó cátedra en el cine y la televisión, se separó a mediados de los 80, perdió años después a uno de sus miembros más carismáticos, Graham Chapman, y en 2014 decidió reunirse para hacer una última actuación en directo en Londres, que fue retransmitida en directo a países de los cinco continentes.
El montaje, de excelente factura, constituye un digno testamento para este legendario grupo. Recopila sus mejores gags, y su agilidad en el montaje consigue que sus dos horas y media de duración se hagan cortas. Se alternan las actuaciones en directo con proyecciones de algunos de los momentos más gloriosos, y el conjunto es brutal. El tiempo ha pasado, y mucho, para los miembros de los Monty Python, pero no para sus sketches, que siguen siendo increíbles (de hecho, lo que peor funciona son algunas adaptaciones a los nuevos tiempos hechas para la ocasión). Esto se debe, principalmente, a que los Python tocaron todos los palos del humor: sus gags podían ser refinados y soeces, cultos y chuscos, visuales u orales, blancos o salvajes, transparentes o surrealistas, pero siempre producto de un suma poco común de inteligencias. Sus canciones son descacharrantes (¿conoce alguien un mejor estímulo para aprender inglés que la letra de I have a penis?), las animaciones (obra, en su mayoría, de la desbordante imaginación del único miembro estadounidense del grupo, Terry Gilliam) crearon escuela, y sus momentos máss memorables son parte del mejor humor hecho en el siglo XX: ellos inventaron el Ministerio de Andares Ridículos, organizaron un partido de fútbol entre filósofos, explicaron mejor que nadie la diferencia entre ser católico o protestante, supieron hacer maravillas con un loro muerto (gag que, por cierto, aprovechan Palin y Cleese para improvisar a sus anchas sobre el escenario) y, sobre todo, nos enseñaron que, aunque nos crucifiquen, siempre debemos mirar el lado bueno de la vida.
Monty Python tuvieron la despedida que merecían, la de un inmenso auditorio puesto en pie para ovacionarles con intensidad. Ellos salieron del Reino Unido para darle alegría al mundo, y éste sería un lugar mucho más aburrido, y peor, de no haber existido Monty Python. Esto les convierte en la antítesis de David Cameron, Hoy, no se me ocurre mayor elogio.