LA CAJA 507. 2002. 104´. Color.
Dirección: Enrique Urbizu; Guión: Michel Gaztambide y Enrique Urbizu, basado en un argumento de este último; Dirección de fotografía: Carles Gusi; Montaje: Ángel Hernández Zoido; Música: Mario de Benito; Dirección artística: Ana Alvargonzález; Producción: Gustavo Ferrada y Fernando Bovaira, para Sogecine- Iberrota Films (España).
Intérpretes: Antonio Resines (Modesto Pardo); José Coronado (Rafael Mazas); Goya Toledo (Mónica Vega); Miriam Montilla (Ángela); Luciano Federico (Marcelo Crecci); Sancho Gracia (Santos Guijuelo); Antonio Mora (Juan); Juan Fernández (Regueira); Dafne Fernández (María Pardo); Sarina Röhr (Rubia); Javier Coromina (Toni Lomas); Héctor Colome, Paco Cambres, Antonio Canal, Jorge Calvo, Michele Nicholson, Xavier Serrat, Carlos Gascón.
Sinopsis: Modesto, el director de una sucursal bancaria, descubre, después de un atraco a su oficina, que la muerte en un incendio de su hija María, ocurrida siete años antes, no fue accidental. Modesto decide investigar para desenmascarar a los culpables.
La caja 507 supuso el regreso de Enrique Urbizu a un terreno, el del thriller, que había demostrado dominar una década antes en Todo por la pasta. El director vasco bucea en las cloacas de la España que iba bien, la del Aznarato, y retrata con estilo aquellos polvos de los que nos vienen los lodos de ahora.
La vida de Modesto Pardo se desmorona cuando María, su hija adolescente, muere carbonizada en un incendio acaecido en unos terrenos situados junto a una playa semivirgen de la Costa del Sol. Sin superar el trauma, acude cada día a la sucursal bancaria que dirige, hasta que la existencia de Modesto da otro giro inesperado: un grupo de atracadores entra en su casa, secuestra a su mujer y le obliga a abrir las cajas fuertes de la oficina. Narcotizado por los ladrones, Modesto no ve nada del robo hasta que despierta, solo e incomunicado en la cámara acorazada del banco. Mientras espera ayuda exterior, el protagonista descubre que en una de las cajas de seguridad, la número 507, se oculta una documentación que acredita que el incendio en el que murió María no fue accidental. Esos papeles son el pasaporte hacia la buena vida de Rafael Mazas, un ex-policía corrupto, que intentará recuperarlos por todos los medios.
La caja 507 es un thriller directo y vigoroso que ha ganado valor con el paso del tiempo, pues fue una de las primeras obras de ficción en denunciar que el mal llamado milagro económico español, ese que nos permitió entrar en el euro haciendo (cómo no) alguna trampa que otra, se sustentó sobre recalificaciones ilegales, expolio de recursos públicos, especulación salvaje, alianzas con el crimen organizado y mordidas millonarias. Lo propio de un país corrupto hasta el tuétano, en el que casi todos roban en la medida de sus posibilidades y a los que no lo hacen se les toma por idiotas. Urbizu narra la lucha de un hombre solo contra un sistema podrido, de un tipo normal que se va haciendo fuerte porque, primero, quienes manejan el tinglado le consideran un pobre hombre incapaz de hacerles daño (de ahí que Mazas, el principal interesado en recuperar los papeles de la caja 507, se lance a la caza de los atracadores del banco, pensando que son ellos los que los tienen), y después porque la información que posee le permite aprovecharse de las debilidades de las distintas ramificaciones de la podredumbre, enfrentadas unas a otras por el muy loable objetivo de salvar el propio culo. La caja 507 es, en lo fundamental, una historia de venganza, pero es también una denuncia que no deja títere con cabeza: banqueros, políticos, empresarios, miembros de las fuerzas de seguridad y medios de comunicación son descritos como lo que en muchos casos acaban siendo, es decir, como los últimos responsables de la mierda patria de cada día.
La puesta en escena es funcional, pero muy eficaz. Más sobria que en Todo por la pasta (la película entera lo es), y con un espíritu y unas formas que la acercan al thriller norteamericano más árido, el de Teniente corrupto, sin las excursiones místico-esotéricas del film de Ferrara. El guión es sólido, hay buenos diálogos y escenas muy potentes, la mayoría protagonizadas por un personaje, el de Rafael Mazas, que merece ser considerado como uno de los villanos importantes del cine español de este siglo. Este personaje está bien interpretado por un actor, José Coronado, que en general no suele gustarme. Bien Antonio Resines, un hombre cuyo gesto siempre adusto no oculta su capacidad para hacer creíble la transformación de su personaje. En cambio, a Urbizu le reprocho su escasa atención por los secundarios, que ni están bien escogidos (con la única excepción de Sancho Gracia), ni ofrecen interpretaciones dignas de las de la pareja protagonista. Este hecho priva, en mi opinión, a La caja 507 de ser el film sobresaliente que por muchas razones hubiera podido ser. Se trata, no obstante, de una buena película, rodada con brío, necesaria y hecha a contracorriente. Su final es más deseable que creíble, pero esa es también la magia del cine, uno de los escasos lugares en los que los malos no suelen vencer.