NIGHT ON EARTH. 1991. 128´. Color.
Dirección: Jim Jarmusch; Guión: Jim Jarmusch; Dirección de fotografía: Frederick Elwes; Montaje: Jay Rabinowitz; Decorados: Johan le Tenoux; Música: Tom Waits; Producción: Jim Jarmusch y Demetra J. MacBride, para JVC-Locus Solus Entertainment- Pandora Cinema-Canal +-Pyramide Productions (EE.UU-Japón-Francia).
Intérpretes: Winona Ryder (Taxista Los Ángeles); Gena Rowlands (Pasajera Los Ángeles); Armin Mueller-Stahl (Helmut, taxista en Nueva York); Giancarlo Esposito (YoYo, pasajero en Nueva York); Rosie Pérez (Angela); Isaach de Bankolé (Taxista en París); Béatrice Dalle (Pasajera en París); Roberto Benigni (Taxista en Roma); Paolo Bonacelli (Sacerdote, pasajero en Roma); Matti Pellonpää (Mika, Taxista en Helsinki); Kari Väänänen, Sakari Kuosmanen y Tomi Salmela (Pasajeros en Helsinki); Lisanne Falk, Alan Randolph Scott, Anthony Portillo, Pascal N´Zonzi, Émile Abossolo M´bo, Stéphane Boucher, Gianni Schettino, Antonio Ragusa.
Sinopsis: Recorrido por la noche de cinco grandes ciudades, vistas a través de las vivencias de cinco taxistas y sus respectivos pasajeros.
Películas como Bajo el peso de la ley o Mystery train convirtieron al neoyorquino de adopción y vocación Jim Jarmusch en uno de los más reputados representantes del cine independiente norteamericano. Cineasta de marcado y buen estilo, y filmografía irregular, Jarmusch, que ya había hecho algunos cortometrajes de su serie Café y cigarrillos, decidió rodar un film de sketches cuyo slogan lo dice todo: cinco taxis, cinco ciudades, una noche. El resultado, Noche en la Tierra, supone un excelente compendio de las virtudes y defectos del director.
He aquí un tópico verdadero: todos los films de sketches son irregulares, incluso cuando todas las historias son rodadas por el mismo director. No conozco una sola película que sea una excepción a este dogma absoluto; tampoco Noche en la Tierra. Sin que ninguna de sus historias pueda considerarse mala, o directamente prescindible, es cierto que algunas dejan mucha más huella en el espectador que otras. La primera, que transcurre en Los Ángeles, es un relato más bien insustancial pero con moraleja, en la que una taxista, grunge poco antes del grunge, le demuestra a una cazadora de talentos que no todo el mundo quiere ser una estrella de cine. La historia que transcurre en Nueva York, la ciudad más cosmopolita del mundo, es una fábula entrañable de entendimiento entre diferentes: un payaso llegado de Alemania Oriental que intenta ganarse la vida como taxista sin saber conducir ni conocer la ciudad, y un negro de Brooklyn que conoce la metrópoli al dedillo, no sabe dónde está Praga y tiene una cuñada muy lenguaraz y más bien fiestera. La tercera historia, que tiene como marco geográfico París, es a mi juicio la menos lograda de las cinco, con un amargado taxista subsahariano y una pasajera ciega con un punto perversa, que sube al taxi después de que el conductor eche de su vehículo a dos ricos cameruneses que se divierten mucho sin ser nada graciosos. El penúltimo sketch tiene lugar en Roma, y es el mejor de todos, con un taxista histriónico y viciosillo confesándole sus pecados carnales a un sacerdote con problemas cardíacos. El capítulo final, rodado en Helsinki, destaca por su inmensa tristeza de unos hombres derrotados por la vida.
Noche en la Tierra posee una gran belleza visual. Jim Jarmusch está lejos de ser uno de esos directores indies que facturan films estéticamente desastrados y con muchos afanes trascendentes. La fotografía de Frederick Elwes es excelente, y unida a la música de Tom Waits, produce el efecto deseado en el espectador: la noche es para románticos, para perdedores, para inadaptados. Jarmusch muestra lo mejor de las ciudades que visita (ese plano del puente de Brooklyn…), pero no oculta la fealdad de muchas de sus calles, sus aceras sucias (o inexistentes, como en Los Ángeles) y sus barrios de aspecto tirando a tétrico. En lo narrativo es donde hay más altibajos: Jarmusch tiene chispa cuando opta por lo jocoso, por el sarcasmo y los diálogos surrealistas; convence a ratos cuando se pone tierno, pero en su vertiente seria tiende a lo plomizo. Esto, que es una constante en toda su filmografía, salta más a la vista aquí, dada la diversidad tonal y geográfica de las historias, que a veces llega a la dispersión: si me dicen que la historia romana ha sido dirigida por Benigni, y la finesa por Aki Kaurismaki, me lo creo a pies juntillas.
Respecto a los actores, también hay mucha variedad: el buen trabajo de Winona Ryder y Gena Rowlands da lustre al episodio angelino, que en mucho aspectos palidece frente a otros. El trío formado por ese gran actor que es Armin Mueller-Stahl, Giancarlo Esposito y Rosie Pérez está también a buena altura, cada cual en su estilo. En el capítulo parisino, a Isaach de Bankolé lo encuentro flojo e inexpresivo, y a Béatrice Dalle algo mejor, pero sin lograr que la historia tenga más fuste. El sketch romano es un fenomenal show de un desatado Roberto Benigni, actor de un solo registro, el histriónico, pero que cuando está inspirado, lo borda. El episodio finlandés destaca por lo contrario, por el hieratismo de unos intérpretes tan fríos como la noche de Helsinki, pero que consiguen transmitir su tristeza desde la contención.
Irregular pero recomendable, Noche en la Tierra no es la mejor película de Jim Jarmusch, pero sí una de las más representativas de su particular forma de hacer cine.