Mientras en el Congreso se firmaba el acta de defunción del partido que representó durante décadas el afán de cambio de los progresistas españoles, a un servidor le dio por la cultura, ya que la Casa Garriga-Nogués, actual sede de la Fundación Mapfre, acoge una exposición del hoy denostado pintor Auguste Renoir, la cual, entre otras cosas, ofrece la posibilidad de ver en directo uno de los más brillantes homenajes a la joie de vivre jamás pintados, Le moulin de la Galette, cuadro que raras veces sale del parisino Museo de Orsay. Por lo demás, la exposición ofrece otras cuarenta obras del pintor nacido en Limoges, así como una veintena de cuadros de otros pintores que influyeron en Renoir o fueron influidos por él, entre los que se cuentan Van Gogh, Degas y Picasso, así como algunas esculturas, disciplina que Renoir cultivó en los primeros años del siglo XX. La exposición nos permite ver la evolución del artista a partir de sus retratos femeninos, quizá la gran obsesión del padre de ese gran cineasta que fue Jean Renoir, un pintor que fue actor principal en la explosión del impresionismo, pero que nunca dejó de tener un pie en los esquemas pictóricos clásicos, hasta el punto de que en sus últimos años sus retratos femeninos son rubensianos y las huellas de Ingres están muy marcadas en su trabajo, que obtuvo mayor reconocimiento a medida que fue perdiendo interés. Con todo, un oasis cultural en mitad de Guirilona que los aficionados al arte harían bien en no perderse.