BOUND FOR GLORY. 1976. 142´. Color.
Dirección: Hal Ashby; Guión: Robert Getchell, basado en la autobiografía de Woody Guthrie; Dirección de fotografía: Haskell Wexler; Montaje: Robert C. Jones y Pembroke J. Herring; Música: Woody Guthrie; Dirección artistica: William Sully y James H. Spencer; Diseño de producción: Michael Haller; Producción: Harold Leventhal y Robert F. Blumofe, para United Artists (EE.UU.).
Intérpretes: David Carradine (Woody Guthrie); Ronny Cox (Ozark Bule); Melinda Dillon (Mary Guthrie/Memphis Sue); Gail Strickland (Pauline); John Lehne (Locke); Ji-Tu Cumbuka (Slim); Randy Quaid (Luther Johnson); Elizabeth Macey (Liz Johnson); Miriam Byrd-Nethery, Lee McLaughlin, Ted Gehring, Guthrie Thomas, Wendy Schaal, Mary Kay Place, M. Emmet Walsh, Sondra Blake, Brion James, James Hong, Robert Ginty.
Sinopsis: Película biográfica sobre el cantautor folk Woody Guthrie, que se centra en los años previos a su viaje a Nueva York en 1939.
En los mejores años de su breve carrera, el director Hal Ashby llevó a la gran pantalla la vida de uno de los padres del folk norteamericano, Woody Guthrie, legendario cantautor de ideología izquierdista que fue, durante los últimos años de la Gran Depresión, la voz de los explotados por el capitalismo. Ashby, uno de los talentosos cineastas del Nuevo Hollywood, hizo uso de su creciente prestigio para abordar su obra más ambiciosa hasta la fecha, la cual, por un lado, podría encuadrarse en una de las corrientes más en boga de la época (la revisión crítica de la Norteamérica posterior al crack de 1929) y, por otro, festejaba a un prestigioso músico cuya influencia se extiende desde Bob Dylan hasta Wilco.
Esta tierra es mi tierra, que se toma algunas licencias respecto a los hechos reales (sin contar las que ya de por sí puedan venir marcadas por su propio origen autobiográfico), es, sobre todo, la historia de una toma de conciencia. Mientras vive, con su mujer y sus hijas, en el perdido pueblo de Texas al que se mudó desde su Oklahoma natal, Woody Guthrie es un personaje desideologizado, que se dedica a pintar carteles y rasguea la guitarra sin demasiadas ambiciones. Carente de recursos económicos, Guthrie fue una de las víctimas del Dust Bowl, catástrofe climática que terminó de arruinar a la América rural del Medio Oeste, y, como hicieron tantos miles de personas en la misma época, partió a California en busca de un futuro mejor. Fue lo vivido en ese viaje, su vagabundeo, su conocimiento directo de las condiciones de vida de los jornaleros que recogían fruta en las plantaciones y de la miseria de los mendigos en las ciudades, lo que convirtió a Woody Guthrie en un personaje que, a través de la música y el activismo, tomó partido por los más oprimidos por el sistema y denunció las injusticias a través de sus canciones, varias de las cuales fueron grandes éxitos. Ashby, con ritmo pausado y mucha atención a los detalles, se centra en esos años de transformación de un personaje que se hizo célebre denunciando la explotación del hombre por el hombre y que, en contra de lo que suele suceder, siempre actuó de acuerdo a sus principios, cosa que de forma ineludible causa problemas a quien se atreve a hacerla.
Esta película es una de aquellas que sólo podían hacerse en una época en la que los directores gozaron de la mayor cota de poder que jamás tuvieron en la industria del cine. La propia elección del personaje protagonista, el extenso metraje, la ausencia de grandes estrellas y el carácter netamente izquierdista de la propuesta (véanse las varias ocasiones en las que se ve a los esbirros de los terratenientes reprimir con violencia a los jornaleros, y a cualquiera que intenta que éstos se organicen para combatir la explotación a la que son sometidos) tienen el sello inconfundible de la última época dorada de Hollywood. Hal Ashby, director de talento cuyo declive estuvo marcado por su adicción a las drogas, demostró su virtuosismo haciendo un muy buen uso del por entonces novísimo invento de la steadicam. Grande es la calidad visual de la película, como se puede comprobar en la escena de la tormenta de polvo o en los varios momentos que transcurren en los ferrocarriles. La música ocupa un lugar central en la narración, aunque he de decir que la incidental muchas veces me sobra, pero lo que más destaco son las escenas de los campos californianos, en cuyos límites se hacinan miles de personas, recluidas en chabolas, que en el mejor de los casos sólo lograrán ser contratadas para recolectar la fruta por un salario miserable. Esto es lo que hace que entendamos a Woody Guthrie. Ashby consigue que el espectador vea el mundo a través de los ojos de su protagonista sin intentar sermonearlo, y ahí radica su mayor mérito.
Al frente de un reparto del todo ajeno al glamour tenemos a David Carradine, por entonces en la cima de su carrera gracias al éxito de la serie televisiva Kung Fu. Carradine hace un buen trabajo, esforzado y por momentos brillante, que sin duda supone el punto álgido de su extensísima, pero casi siempre poco distinguida, carrera cinematográfica. Lo mismo hay que decir del resto de actores, empezando por Ronny Cox, que aprovecha su talento musical para convertirse en el mentor, y posterior mano derecha, del florecimiento personal y artístico de Guthrie. Melinda Dillon hace un doble papel, siendo la primera esposa de Guthrie, una mujer que le dio amor e hijos, pero que nunca consiguió entenderle, y también la vocalista que le acompaña en sus primeras (y accidentadas) actuaciones radiofónicas. Buena nota para su trabajo. Gail Strickland cumple en su papel de niña rica que limpia su conciencia dando sopa a los sin techo, y del resto de secundarios destaco la buena labor de Randy Quaid, en el papel de un jornalero cuyo despertar es casi paralelo al de Guthrie.
Notable película en la que la música y la toma de conciencia política son los conceptos clave; Esta tierra es mi tierra es una de las mejores obras de un director injustamente olvidado, Hal Ashby.