Dentro del ciclo de conferencias que organiza la Fundació Ernest Lluch, el lunes tuvo lugar en el Caixafórum un diálogo entre dos politólogos de categoría, uno de los cuales es ya uno de los personajes políticos más relevantes de España. Presentados por el ex-ministro socialista Joan Majó, Ignacio Sánchez Cuenca e Íñigo Errejón demostraron que la política es mucho más que el vocerío, el choriceo y la componenda de cada día. El tema, los populismos en Europa, daba para mucho. Hubo cortesía exquisita, sana discrepancia y amplio margen para que cada cual expusiera sus opiniones y comentara las de su interlocutor. Desde la conferencia que dio Julio Anguita en la Autónoma, meses después de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, no recuerdo haber asistido a un acto político que me hiciera creer en esta disciplina tan machacada por gran parte de quienes la practican. Aún me quedaron cosas en el tintero, como un análisis del Movimiento 5 Estrellas italiano, o la opìnión de los contertulios acerca de la connivencia que algunos vemos de las oligarquías del llamado Primer Mundo respecto a los populismos de extrema derecha. En lo personal, hubo una frase de Íñigo Errejón que merece todo un debate. Si damos por cierta la afirmación del portavoz parlamentario de Podemos, y aceptamos que uno de los rasgos esenciales del pensamiento conservador es la desconfianza hacia las masas, me pregunto qué eres si tu ideario comulga en grado sumo con esa idea y, al tiempo, crees que el gobierno de la oligarquía tiene como principal objetivo el mantenimiento de sus privilegios y es, en consecuencia, perjudicial para la gran mayoría y, por lo mismo, justificadamente derrocable. En eso estoy. Como poco, pude comprobar en directo que la talla intelectual de Íñigo Errejón es enorme. En cuanto a Ignacio Sánchez Cuenca, la lucidez de sus argumentos le ha hecho ganar, como poco, un atento lector.