Con la muerte de Fidel Castro, el mundo pierde a su última gran figura política. Con todos sus errores y contradicciones, la Revolución cubana que él encabezó devolvió la dignidad a la nación, convertida por largo tiempo en el casino y el prostíbulo de los Estados Unidos. Más allá del postureo poscomunista y la alegría de los gusanos, opino que el Comandante fue un líder de una dimensión que no se ve muy a menudo, uno de esos personajes que marcan épocas. Así lo reconocieron infinidad de personas de ideas políticas antagónicas a las suyas. De la importancia de Fidel Castro, de su indudable carisma, hablan la literatura que ha generado y la cantidad de intentos de asesinato que sufrió. Hoy el mundo es un poco más pequeño que ayer. Adiós, Comandante.