ELISA, VIDA MÍA. 1977. 115´. Color.
Dirección: Carlos Saura; Guión: Carlos Saura; Dirección de fotografía: Teo Escamilla; Montaje: Pablo G. Del Amo; Música: Obras de Erik Satie y Jean-Philippe Rameau; Decorados: Antonio Belizón; Producción: Elías Querejeta, para Elías Querejeta Producciones Cinematográficas, S.L. (España).
Intérpretes: Fernando Rey (Don Luis); Geraldine Chaplin (Elisa/Madre); Isabel Mestres (Isabel); Joaquín Hinojosa (Julián); Norman Briski (Antonio); Ana Torrent (Elisa niña); Francisco Guijar, Arantxa Escamilla, Jacobo Escamilla.
Sinopsis: Las hijas de Don Luis, que vive aislado en el campo desde que abandono el hogar familiar, acuden a verle. Una de ellas Elisa, en plena crisis matrimonial, decide quedarse unos días junto a su padre para aclarar sus ideas.
Elisa, vida mía es un drama intimista que se enmarca dentro del período de mayor brillantez creativa del director aragonés Carlos Saura. Muy bien recibida en el festival de Cannes, con premio al mejor actor incluido, la película gozó de una amplia difusión internacional y figura entre las más destacadas de su autor.
El film es complejo y muy elaborado: su sencillez es sólo aparente. Con palpables influencias de Ingmar Bergman, a lo largo del metraje se mezclan presente, pasado y proyecciones de futuro, que asimismo van acompañadas de motivos musicales y efectos de sonido que subrayan las simetrías en la estructura. Las músicas se repiten, también algunos planos, pero nada es exactamente igual. El film comienza con un plano fijo de un coche avanzando por una carretera sin asfaltar. La voz en off de Don Luis, el patriarca familiar, que vive aislado en el campo castellano, nos habla de Elisa, o más bien es ella quien nos habla por boca de su padre, un hombre que años atrás abandonó el domicilio familiar para recluirse a vivir con su pasado, su soledad, sus libros y las clases de teatro que da a las niñas de un colegio de monjas. La visita de sus hijas, Elisa e Isabel (ésta, acompañada por su marido y sus dos hijos) opera como eje dramático. A la hora de marchar, Elisa, que está en plena crisis matrimonial, decide quedarse unos días más con su padre, contenta en el fondo por no tener que volver a casa y enfrentarse a la inevitable ruptura. Los recuerdos y los hechos, reales o imaginados, se agolpan. Música, fotografía y literatura se unen en una obra exigente para el espectador, de desarrollo lento y llena de matices.
Elisa, vida mía es una película disfrutable para aquellos que ven en el cine un compendio de todas las demás artes. El arte se ve, y del arte se habla, mucho. Hay retórica, pero también mucha práctica. Las ideas que se exponen sobre la fotografía se encuentran en el modo en el que Teo Escamilla muestra los paisajes castellanos y el interior de una casa que se ubica en mitad de la nada. Siempre he dicho que Saura es uno de los mejores cineastas españoles en lo visual, y aquí vuelve a demostrarlo. Todo en la puesta en escena parece calculado al milímetro, aunque el sonido no está ni de lejos al nivel del resto de aspectos técnicos. Y sí, Bergman está en muchos sitios: en las divagaciones, en los rostros, en la retahíla de reproches sobre su vida en pareja que se intercambian Elisa y Antonio. También están Erik Satie, y Calderón, el hombre que supo que la vida es teatro. Y la muerte, que aparece en la película de diversas formas: plácida o violenta, siempre inexorable. El film posee una belleza lánguida, que lo sitúa muy lejos de lo que se estilaba en el cine español inmediatamente posterior a la muerte de Franco. De ahí que, seguramente, recibiera más aprecio fuera que dentro de nuestras fronteras.
La interpretación de Fernando Rey es soberbia. En su única colaboración con Saura -cuya mejor virtud no es, en general, la dirección de actores-, este gran intérprete da muestras de su indudable maestría, que le llevó a ser justamente premiado en Cannes. Sobre Geraldine Chaplin, diré una cosa y la contraria. Pareja del director en la vida real, su español chirría y no parece una buena elección para el personaje de Elisa. Y, sin embargo, su interpretación es buena: no la encuentro inexpresiva, sino contenida, en línea con lo que la historia exige. En una película cuyo núcleo se sustenta en estos dos personajes, la labor de los secundarios resulta, por lo breve, complicada de juzgar, aunque me gusta más la actuación de Isabel Mestres y Joaquín Hinojosa que la de Norman Briski en el importante papel de Antonio, el marido de Elisa.
Película valiente, por su decidida voluntad de ir en contra de las modas españolas y sí mucho más en la línea del cine de autor europeo, Elisa, vida mía no es la mejor obra de Saura, pero merece la pena por su cuidada estética, el brillante juego de espejos narrativo que nos propone y la magnífica labor de su protagonista masculino.