THE POSEIDON ADVENTURE. 1972. 117´. Color.
Dirección: Ronald Neame; Guión: Stirling Silliphant y Wendell Mayes, basado en la novela de Paul Gallico; Dirección de fotografía: Harold E. Stine; Montaje: Harold F. Kress; Música: John Williams; Diseño de producción: William Creber; Decorados: Raphael Bretton; Producción: Irwin Allen, para 20th Century Fox (EE.UU.).
Intérpretes: Gene Hackman (Reverendo Scott); Ernest Borgnine (Mike Rogo); Red Buttons (James Martin); Carol Lynley (Nonnie); Roddy McDowall (Acres); Stella Stevens (Linda Rogo); Shelley Winters (Belle Rosen); Jack Albertson (Manny Rosen); Pamela Sue Martin (Susan Shelby); Arthur O´Connell (Chaplain); Eric Shea (Robin Shelby); Leslie Nielsen (Capitán); Fred Sadoff, Sheila Matthews, Jan Arvan, Byron Webster, Bob Hastings, John Crawford, Erik Nelson.
Sinopsis: El crucero Poseidón naufraga en la noche de fin de año. Sus pasajeros intentan sobrevivir antes de que el barco se hunda.
El productor Irwin Allen se ganó el título de Master of disaster con La aventura del Poseidón, film catastrófico en versión transatlántica que narra la lucha por la supervivencia de los pasajeros de un crucero que se va a pique por los efectos de un maremoto. Allen, que ya había dirigido algunas películas y capítulos de teleseries, se hizo cargo de las escenas de acción, pero tuvo el buen tino de reservar el grueso de la realización a Ronald Neame, un eficaz artesano, antiguo cameraman de David Lean, que ya había firmado varios films de calidad. La aventura del Poseidón fue un rotundo éxito comercial y es considerado (con toda justicia, a mi parecer) uno de los grandes títulos del cine de catástrofes tan en boga en la década de los 70.
Al igual que el excelente film británico La última noche del Titanic, La aventura del Poseidón tiene el mérito de narrar con espectacularidad el hundimiento de un gigantesco buque, pero sin quedarse únicamente en el escaparate, en lo aparatoso. En primer lugar, nos presenta a un escogido grupo de pasajeros, en un tono más bien desenfadado, y consigue despertar la simpatía del espectador hacia ellos. Conseguido esto, se desencadena el drama, pues esos personajes, liderados por Scott, un reverendo de armas tomar que cree que Dios tiene mejores cosas que hacer que estar encima de cada uno de nosotros y ama a quienes consiguen las cosas con su propio esfuerzo, inician una desesperada lucha por la supervivencia, con la esperanza de encontrar un lugar seguro y ser rescatados antes de que el barco se hunda definitivamente. El Titanic lo hizo en dos horas; el Andrea Doria, como se recuerda en la película, tardó diez horas en sumergirse por completo bajo las aguas. Por tanto, Scott y su grupo no tienen tiempo que perder, y la película capta a la perfección el drama de unos personajes que, en cuestión de minutos, pasan de celebrar el Año Nuevo en un lujoso salón a enfrentarse a la perspectiva de una muerte inminente. Deben luchar por sus propios medios, pues casi toda la tripulación perece en el mismo momento en el que una ola gigantesca impacta contra el Poseidón y provoca que éste vuelque. Pocos creen en la fe ciega de Scott, pero este hombre de acción con alzacuellos les libra una y otra vez de la muerte, si bien, a medida que el tiempo corre, las pruebas a las que los protagonistas deben enfrentarse son cada vez más difíciles.
El dúo formado por Neame y Allen consiguió un cóctel magnífico, en el que todos los ingredientes son de calidad. Un guión sólido, que hace creíbles las reacciones y actitudes de los personajes; un acabado visual trabajadísimo, en el que las escenas que recrean la catástrofe ofrecen el espectáculo que prometen; una dirección precisa, que consigue mezclar con eficacia ambos elementos; una música de altura que constituyó el primer gran éxito de John Williams y su pasaporte hacia las grandes superproducciones; un acertado montaje, una iluminación que sortea con estilo las complicaciones logísticas de la empresa, y un ramillete de actores de primer nivel. Al frente, uno de los mejores actores norteamericanos del último medio siglo, Gene Hackman, que interpreta de forma inmejorable al singular reverendo Scott. A su lado (o enfrente suyo, las más de las veces), otro monstruo, Ernest Borgnine, cuyo trabajo lo tiene todo: intensidad, profundidad emocional y sentido del humor. Sobresaliente también para Shelley Winters, actriz de inmenso talento que se permite hacer bromas sobre su exceso de peso al tiempo que se convierte en una verdadera heroína. Ellos tres, con sus grandes interpretaciones, son quienes dan lustre a la película en este terreno. Tanto, que hasta uno consigue soportar al repelente crío al que da vida Eric Shea. La belleza de Stella Stevens (quien además aporta buenos toques de humor cuando se alude al singular matrimonio que forma junto a Mike Rogo y tiene mucho estilo subiendo escaleras) y Carol Lynley (ésta en un papel que muestra que, cuando vienen mal dadas, resulta poco útil ser hippie), el sentido común con el que impregna Red Buttons a su personaje, la ingenuidad adolescente de la futura estrella televisiva Pamela Sue Martin o el entrañable papel de Jack Albertson, forman un conjunto que confirma la inspiración de quienes escogieron el reparto. Como curiosidad, el capitán del barco es Leslie Nielsen, que en su edad madura consiguió un gran éxito parodiando los films de catástrofes.
La aventura del Poseidón es una muy buena película, que proporciona grandes dosis de angustioso entretenimiento y consigue ser más que un ejercicio vacío de cine-espectáculo. Junto a El coloso en llamas, lo mejor del cine de catástrofes.
Extraordinario reportaje….certero…preciso y con manejo completo de las caras del film…….lo disfruté mucho…..