No tuve el privilegio de ver actuar en directo a Frank Sinatra, pero anoche pude disfrutar de su repertorio en la voz de uno de los grandes cantantes de las últimas décadas, Michael Feinstein. El concierto, que supuso mi penúltima (salvo hecho imprevisto) cita con el Festival de Jazz de Barcelona de este año, venía a reparar un olvido histórico, porque Feinstein jamás había actuado en España, país en el que es mucho menos conocido de lo que merece. Visto el éxito, es de esperar que este hombre de voz prodigiosa nos visite más a menudo.
Feinstein se presentó acompañado por la Orquesta Sinfónica del Vallès, dirigida por Vicent Alberola. Este grupo de magníficos músicos protagonizó la parte inicial del concierto, centrada en el repertorio de Leonard Bernstein y Aaaron Copland, y de la que destaco la vibrante interpretación de una canción tan célebre como Hoe Down. A las ocho de la tarde, apareció sobre las tablas del Palau de la Música Michael Feinstein, que cantó de maravilla Luck be a lady para que los despistados supieran que estaban delante de un verdadero superclase. El vocalista de Ohio, que tuvo tiempo de explicar, con la gracia de un showman, cómo conoció a Frank Sinatra y cómo disfrutó de su amistad durante los últimos años de vida de esa gran leyenda de la música norteamericana, no se limita a clonar las interpretaciones del homenajeado, sino que posee la suficiente personalidad como para aportar su sello, circunstancia que quedó clara cuando cantó, en clave de bossa nova y con el solo acompañamiento de una guitarra acústica, Strangers in the night, una pieza que no estaba entre las favoritas de Sinatra pero que en la voz de Feinstein sonó espléndida. He de decir que, como mi localidad estaba situada en la segunda fila, vi todo el concierto en contrapicado, pero ni el riesgo de tortícolis mitigó la gozada que para mí supuso escuchar las grandes canciones que dieron fama a Sinatra, como Night and day, New York New York, Witchcraft, Come fly with me, I´ve got you under my skin (las tres últimas formando parte de un medley) y, por supuesto, My way, cantadas mejor que nadie que no sea Sinatra. Feinstein, que además es un gran pianista, concedió dos bises (me quedo con una versión de un tema que siempre me ha entusiasmado, They can´t take that away from me), hizo disfrutar a lo grande al público (entre el que estaba, según pude ver antes de emprender el camino de regreso, la persona que hace muchos años me hizo conocer a este vocalista inmenso), y convirtió su debut barcelonés en un merecido triunfo. El reto del swing, que para una orquesta sinfónica no es sencillo, se superó con nota, gracias también a la aportación del Lluís Vidal Trio. Para un gran fan del Gran Cancionero Americano, y de todos aquellos cantantes que lo han engrandecido con sus interpretaciones, lo de anoche fue inolvidable… aunque faltara One for my baby.
Una que no sonó:
En la Casa Blanca, antes de que volviera a ser un vertedero, y por Bacharach: