Las crónicas de los conciertos de Dorantes se están convirtiendo en un clásico de este blog, y ello porque el pianista de Lebrija tiene la buena costumbre de visitar Barcelona a menudo, y porque quien esto escribe tiene que estar muy mal de lo suyo para no asistir a sus conciertos. La cita de ayer fue en el Jamboree y, en primer lugar, debo agradecer a los responsables de esta sala la invitación recibida en compensación por el fallido concierto de Manolo Sanlúcar de hace unos meses.
Cuando sobre un escenario se juntan dos artistas a los que unen la inspiración y la complicidad, lo que uno debe hacer es sentarse y disfrutar. Falta me hacía, dados algunos acontecimientos recientes. Dorantes y Renaud García-Fons transmiten belleza con todo lo que tocan. En la raíz de todo está el flamenco: soleares, bulerías, guajiras y malagueñas sirven de base para una exhibición de virtuosismo con sentimiento que no se cansa uno de escuchar. Paseo a dos, el disco que se presentaba anoche, es una gran obra. La manera en la que estos dos maestros la recrean en directo, una maravilla, expansiva en Molto enrollado, a veces potente en el ritmo, casi siempre de un lirismo conmovedor (La promesa del alba, la rondeña que abrió el concierto, es una de esas canciones que uno acaba escuchando docenas de veces). Lo que hacen Dorantes y Renaud García-Fons es magia, pero sin trucos. Cualquiera que ame la música puede comprobarlo.
Menudo nivel: