CET OBSCUR OBJET DU DÉSIR. 1977. 102´. Color.
Dirección: Luis Buñuel; Guión: Luis Buñuel y Jean Claude Carrière, basado en la novela de Pierre Louys La femme et le pantin; Dirección de fotografía: Edmond Richard; Montaje: Helène Plemiannikov; Música: Richard Wagner (Fragmentos) y canciones flamencas; Diseño de producción: Pierre Guffroy; Producción: Serge Silberman, para Greenwich Film Productions- Talía Films-Les Films Galaxie-In-Cine (Francia-España).
Intérpretes: Fernando Rey (Mathieu); Carole Bouquet/Ángela Molina (Conchita); Julien Bertheau (Edouard); André Weber (Martin); Milena Vukotic (Mujer en el tren); María Asquerino (Madre de Conchita); Ellen Bahl (Manolita); Valérie Blanco (Isabelle); David Rocha (Morenito); Auguste Carrière, Jacques Debary, Antonio Duque, André Lacombe, Lita Lluch-Peiró, Muni.
Sinopsis: Mathieu, un francés rico y maduro, explica a las personas con las que coincide en el compartimento del tren que le lleva de Sevilla a París su turbulenta historia de amor con Conchita, una bailarina española.
Aunque Luis Buñuel consideraba que El fantasma de la libertad era el digno broche a su carrera cinematográfica, años más tarde decidió retomar un antiguo proyecto, la adaptación de la novela La mujer y el pelele, de Pierre Louys. Este libro ya había sido llevado al cine en distintas ocasiones, de entre las que cabe destacar El diablo era una mujer, dirigida por Von Sternberg a mayor gloria de Marlene Dietrich. Buñuel había querido hacer su propia adaptación al inicio de su periplo francés, pero discrepancias con el productor le hicieron abandonar el proyecto, retomado con la ayuda de su inseparable guionista, Jean Claude Carrière.
En más de una ocasión, el director aragonés reconoció sentirse liberado al experimentar, fruto de la vejez, la desaparición del impulso sexual. He de darle la razón en cuanto a que pocas cosas nublan tanto el raciocinio como la libido desatada. Ese oscuro objeto del deseo tiene como tema principal esa obnubilación, que el protagonista masculino sufre en grado sumo. Este hombre, llamado Mathieu, cuya buena posición social es fácil de adivinar a la vista de su atuendo y maneras, sube al tren que ha de llevarle de Sevilla a París. Poco antes de la partida aparece en el andén una joven, bella y magullada, que ruega a Mathieu que no la abandone. Éste le responde, previo diálogo con un empleado del ferrocarril, de una forma tan silenciosa como gráfica: lanzándole un cubo de agua sobre la cabeza. Preguntado por sus compañeros de vagón, Mathieu responde: “Mejor mojarla que asesinarla”. Y explica la historia de su romance con Conchita, que así se llama la joven del remojón.
Director personalísimo, Buñuel no abandona en su último largometraje los temas capitales de su obra: el surrealismo, la crítica a la burguesía y la religión y la siempre resbaladiza cuestión del sexo. Cautivado por Conchita, Mathieu utiliza el tradicional método burgués de conquista; comprar su amor. Sin embargo, ella siempre consigue esquivar los impulsos libidinosos de su admirador, resumiendo sus actos con una frase que lo dice todo: “Si te doy lo que quieres, dejarás de quererme”. Ambos se reencuentran en distintas ciudades (en las que parece perseguirles una serie de cruentos atentados terroristas), pero Mathieu, al principio en las antípodas de la misoginia de su lacónico mayordomo, sólo consigue rechazo y humillación por parte de una mujer que, no obstante, nunca deja de darle esperanzas. Guerra de sexos en su vertiente más tragicòmica, con humor corrosivo y degradación mutua. Como epicentro de todo ello, el estúpido culto a la virginidad y la incapacidad del hombre para entender a su objeto de deseo.
Una de las características más llamativas de la película, el hecho de que Conchita sea interpretada por dos actrices diferentes, es fruto de la casualidad: la actriz elegida para el papel, Maria Schneider, fue despedida a los pocos días de rodaje. Este hecho le sirvió a Buñuel para mostrar del modo más claro posible la dualidad de Conchita, aunque uno no siempre llega a entender los motivos que justifican la presencia en la pantalla de una u otra actriz. Además, hay truco: Conchita no se resigna al húmedo fin de su romance y sube al tren, con lo que sabemos desde el principio que no todo va a acabar con el relato que hace Mathieu a sus ocasionales compañeros de viaje. Pese a ello, el humor, tan cáustico como la manera de filmar de Buñuel (aunque cada plano tiene, o sugiere tener, un motivo, y nada parece dejado al azar), el modo de narrar la espiral de decadencia en la que se sumergen Mathieu y Conchita, y esas concesiones al absurdo tan marca de la casa (el saco, el churumbel-lechón), hacen de Ese oscuro objeto de deseo una notable película.
No concibo a ningún actor más adecuado que Fernando Rey para interpretar a Mathieu, un hombre que lo tiene todo a nivel material, pero decide amargarse la existencia deseando precisamente aquello que no puede tener. Al igual que en sus anteriores colaboraciones con Buñuel, Rey se luce en el papel de hombre distinguido pero cegado por el deseo, y consigue comunicar a la perfección los vaivenes emocionales de su personaje. En cuanto a las dos actrices que interpretan a Conchita, salta a la vista que Carole Bouquet se ocupa del lado más frío del personaje (un poco al estilo de Catherine Deneuve) y Ángela Molina de la vertiente más racial y puramente española, pero repito que más de una vez ambos aspectos se confunden en demasía. La interpretación de ambas es intachable, eso hay que dejarlo claro, pues logran plasmar la belleza caprichosa e inalcanzable que atormenta a Mathieu. Los secundarios no tiene especial entidad, excepción hecha de María Asquerino, notable en el papel de madre católica, apostólica y española, pero siempre dispuesta a sonreír al dinero, y por supuesto a quien lo posee.
La última película de Luis Buñuel es un muy logrado compendio de sus obsesiones como cineasta, además de una demostración de que la vida era más divertida antes de la corrección política.