PIRATAS. 1986. 118´. Color.
Dirección : Roman Polanski; Guión: Roman Polanski, Gerard Brach y John Brownjohn; Director de fotografía : Witold Sobocinski; Montaje: Hervé De Luze y William Reynolds; Diseño de producción: Pierre Guffroy; Música: Philippe Sarde. Diseño de vestuario: Anthony Powell; Producción: Tarak Ben Ammar,para Carthago Films- Cominco- Accent Films (Francia).
Intérpretes: Walter Matthau (Capitan Red); Cris Campion (Jean-Baptiste, El Rana); Charlotte Lewis (María Dolores); Olu Jacobs (Boomako); Damien Thomas (Don Alfonso de la Torre); Ferdy Mayne (Capitán Linares); David Kelly (Médico); Roy Kinnear (Dutch); Bill Fraser (Gobernador); Tony Peck, Anthony Dawson, Richard Dieux y Jacques Maury (Oficiales españoles); José Santamaría, Luc Jamati, Emilio Fernández, Richard Pearson, Ian Dury, Michael Elphick.
Sinopsis: El capitán Red, veterano corsario, navega en una balsa junto a El Rana, un joven francés. Cuando ambos están a punto de morir de hambre, consiguen alcanzar un barco español que transporta un codiciado botín.
Existe un notable consenso crítico a la hora de definir como una década perdida, en el sentido artístico, lo que fueron los años 80 para Roman Polanski. En esos dos lustros, el director de origen polaco sólo estrenó un par de películas, la primera de las cuales fue Piratas, un intento de hacer un film de aventuras al estilo clásico que no fue bien recibido ni por la crítica ni por el público.
La idea que tan buenos réditos le dio a Polanski en El baile de los vampiros (hacer un film que, en apariencia, respete todos los cánones de un género clásico para subvertirlos en clave de comedia negra), tuvo, en el caso de Piratas, unos resultados menos logrados (aunque nada desdeñables) y una acogida muy tibia. La ausencia de grandes estrellas en el reparto pudo influir en ello, aunque me inclino a pensar que la explicación más verosímil para el poco entusiasmo despertado radica en que aquí el respeto a los míticos films de piratas, como El capitán Blood, que tantos millones de personas (y. seguramente, también Polanski) disfrutaron en su infancia o en su primera juventud, brilla por su ausencia: el protagonista, lejos de ser un héroe joven, bello y con profundo sentido moral, es un viejo corsario egoísta, codicioso y manipulador, que ya desde la primera escena (el arrebato caníbal frente a El Rana, su joven e incondicional sirviente), demuestra ser capaz de lo que sea para lograr sus objetivos. El Capitán Red es para mí un modélico antihéroe, pero al situarlo como eje principal, y casi único, de la historia, se rompe con el esquema tradicional de héroe sin mácula frente a malvados perversos, pero con cierto encanto. Ya en el barco español, el único objetivo de Red será hacerse con el trono de oro que el navío transporta. Cuando El Rana le advierte de que con ello sólo van a conseguir que les corten la cabeza, Red responde: «Es más fácil vivir sin cabeza que sin oro». El capitán provoca un motín en el barco, aprovechando el pésimo trato que los oficiales españoles dan a sus marineros (realismo puro, oigan), y muchos hombres morirán a causa de su obsesión por el oro. Nada de esto hará que los principios, o más bien la falta de ellos, de Red se muevan ni un ápice. Mientras, su fiel escudero se enamora del otro tesoro que transporta el barco, una bella joven emparentada con el gobernador de Maracaibo. También en la resolución de este romance Polanski huye de los tópicos y ofrece una conclusión más adulta, pero seguramente menos popular que las usuales en las películas de piratas.
Con todo, hay peleas, duelos a espada, abordajes y bastante acción, que Polanski filma de un modo, esta vez sí, muy clásico, mostrando el brío de la batalla sin apenas mover la cámara (lección para todos aquellos que creen que la acción sólo puede filmarse mareando al personal a base de cámara en mano y montaje anfetamínico). Creo que Piratas puede ser cínica, pero en modo alguno es aburrida. En esto, sí es fiel al género. Bien rodada, con una excelente fotografía de Witold Sobocinski y una música muy apropiada de Philippe Sarde, la película, cuya gestación fue al parecer bastante dificultosa, acaba superando con creces las expectativas, más bien escasas, que el poco éxito obtenido generaba. El cóctel de acción y humor negro (véase la escena del almuerzo a base de carne de rata) puede que no sea de gusto mayoritario, pero desde luego sí lo es del mío.
Al frente el reparto, un comediante de primera fila como Walter Matthau, en un papel que le viene como anillo (rojo) al dedo, y que es su última gran interpretación en el cine. El resto del reparto queda ensombrecido a su lado: la pareja joven, formada por Cris Campion y Charlotte Lewis, se limita a cumplir y, entre los actores principales, apenas Damien Thomas consigue destacar. Sí lo hacen algunos secundarios, como Ferdy Mayne o Roy Kinnear, pero, en lo que a intérpretes se refiere, Piratas lo fía casi todo a su excelente protagonista.
No diré que Piratas esté entre los cinco mejores films dirigidos por Polanski, pero sí que representa una aguda actualización del género, que hay mucho talento en su guión y en su puesta en la escena, y que es una película notable que no ha sido tratada con justicia.