YOUNG SÁNCHEZ. 1964. 88´. B/N.
Dirección: Mario Camus; Guión: Mario Camus, basado en el relato de Ignacio Aldecoa; Dirección de fotografía: Víctor Monreal; Montaje: Juan Luis Oliver; Música: Enrique Escobar; Decorados: Andrés Vallvé; Producción: Ignacio F. Iquino, para I.F.I. España, S.A. (España)
Intérpretes: Julián Mateos (Paco Young Sánchez); Luis Romero (Preparador); Carlos Otero (El Conca); Ermanno Bonetti (Paulino); Sergio Doré (Don Rafael Carrasco); Luis Ciges (Padre de Paco); Consuelo de Nieva (Madre de Paco); Luis del Pueblo (Fermín Olivera); Berta Carbonell (Mercedes); Nieves Correa, Miguel Graneri, Manuel Bronchud, Juan Torres, Mari Martel, José María Cases.
Sinopsis: Young Sánchez es una promesa del boxeo de origen humilde. El paso al profesionalismo le lleva a tener que tratar con personajes que explotan a los boxeadores para su propio beneficio.
Después de debutar con la notable Los farsantes, Mario Camus continuó su carrera cinematográfica con Young Sánchez, adaptación de un relato que Ignacio Aldecoa incluyó en su libro El corazón y otros frutos amargos. El director aragonés introdujo en su película varias modificaciones respecto al relato original, pero los resultados fueron más que satisfactorios y Young Sánchez merece ser considerada una de las mejores obras del llamado Nuevo Cine Español.
Lo que no traicionó Camus es el espíritu del cuento de Aldecoa, de marcado carácter realista. La estética del film, en la cual se atisba la huella de Rocco y sus hermanos, pero también de emblemáticas películas pugilísticas norteamericanas como Cuerpo y alma, busca el naturalismo, y para ello el rodaje en escenarios reales es de capital importancia. Los barrios bajos de la Barcelona de principios de los 60 constituyen el marco de una historia triste, la de un joven con talento y esperanzas que acaba dándose de bruces contra la realidad, con frecuencia más dura que el mejor boxeador. Young Sánchez es un prometedor púgil aficionado, que cuenta sus combates por victorias y sueña con que su habilidad con los puños le permita huir de su monótono empleo en una fábrica y darle a su familia, que vive en un barrio marginal, una buena vida. Sin embargo, su brillante futuro como púgil atrae la presencia de promotores sin escrúpulos, para quienes los boxeadores no son más que carne de cañón, ideal para obtener dinero fácil.
El dilema que plantea la película es casi universal, dado que en un momento u otro todos hemos tenido que elegir entre mantenernos puros y no ganar nada, o prostituirnos y entrar en la rueda de la corrupción. En el mundo del deporte, este dilema es más visible si cabe, pues en él se mueve mucho dinero, y éste atrae a los malvados como la mierda a las moscas. Young Sánchez entrena en un modesto gimnasio, a las órdenes de Paulino, un honrado preparador, pero tiene un ejemplo de aquello en lo que no debe convertirse en El Conca, un púgil de pasado brillante al que la fidelidad a los orígenes y la afición por el alcohol y las mujeres han convertido en un deportista acabado. Por eso, cuando aparece en escena don Rafael, un promotor corrupto, con sus promesas de buenas instalaciones y combates bien pagados, el joven boxeador se siente tentado a dejar a quienes le han encumbrado y pasarse al lado oscuro. Su elección queda marcada por un hecho decisivo: en su debut como profesional, don Rafael mueve los hilos para que el rival pactado sea sustituido por un boxeador cubano, ya en declive pero todavía muy capaz de batirle. En ese combate, que termina ganando, Sánchez comprende que el boxeo profesional no es un camino de rosas, que los golpes recibidos duelen mucho, y que todo está podrido. A partir de ahí, el pugilismo se convierte para él en otra fábrica, sólo que más lucrativa.
Para acentuar el tono realista, casi documental, Camus recurrió a diversos boxeadores retirados o todavía en activo para interpretar a púgiles y preparadores. La verosimilitud de los combates y de los ambientes que rodean al boxeo es máxima, lo que supone uno de los puntos fuertes de la película. El guión, del propio Camus, es modélico en cuanto al desarrollo de la historia y la evolución de los personajes. Se nota que los medios técnicos son mínimos, pero no así el talento de quienes los utilizan.
La elección de Julián Mateos como protagonista se revela de lo más acertada, pues resulta creíble en las escenas boxísticas y su labor dramática es meritoria. Muchos de los secundarios, como ya se ha dicho, no son actores, sino personas que estaban o estuvieron vinculadas al boxeo profesional. De ellos no pueden esperarse grandes interpretaciones, pero sí un plus de autenticidad que la película agradece. Para actuar bien están, además de Mateos, Carlos Otero, perfecto en el papel de boxeador en franca decadencia, y Luis Ciges, entrañable padre del protagonista.
Young Sánchez, en su versión cinematográfica, no desmerece al notable relato en el que se inspira. Es una muy buena película, sincera y honesta, en la que quedó clara la habilidad de Mario Camus para adaptar textos literarios de altos vuelos.