La retirada de los banquillos del entrenador holandés Louis Van Gaal nos deja sin un técnico que demostró, a lo largo de su extensa y exitosa trayectoria, ser un tipo coherente y de principios, algo difícil de ver en el casi siempre viscoso mundo del fútbol. Todavía recuerdo la cacería a la que fue sometido este hombre honesto y de grandes conocimientos futbolísticos durante su etapa en el Barcelona, unos hechos que me hicieron comenzar a cuestionarme mi afiliación a un club del que hoy me siento emocionalmente desvinculado. Más allá de su veintena de títulos, admiro de Van Gaal su rectitud, su apuesta por un fútbol de ataque en el que las estrellas quedaban supeditadas al colectivo y su tendencia a confiar en los jóvenes talentos, varios de los cuales llegaron a convertirse en estrellas gracias a las oportunidades que él les concedió. Otros se quedarán con el «siempre negativo, nunca positivo», con sus arranques de mal genio y con su tirantez con la prensa. Para mí, Louis Van Gaal es un grande de los banquillos, y es una pena que en el mundo del fútbol no abunden los tipos como él.
Que se lo comenten a Oscar Garcia, a ver si ya ha cogido el ritmo (de la noche)!
Es que el tal Òscar tenía calidad, pero lo que es ritmo, ni lo tuvo en el Barça, ni en ninguno de los otros equipos en los que jugó. Sólo por esa frase y por la que le soltó a Jordi Pujol, el rey del embutido catalán, Van Gaal tiene un lugar en mi galería de personajes míticos.