A SIMPLE PLAN. 1998. 121´. Color.
Dirección: Sam Raimi; Guión: Scott B. Smith, basado en su novela; Dirección de fotografía: Alar Kivilo; Montaje: Arthur Coburn y Eric L. Beason; Diseño de producción: Patrizia von Brandenstein; Música: Danny Elfman; Dirección artística: James F. Truesdale; Producción: Adam Schroeder y James Jacks, para Mutual Film Company- Paramount Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Bill Paxton (Hank); Billy Bob Thornton (Jacob); Bridget Fonda (Sarah); Brent Briscoe (Lou); Chelcie Ross (Carl); Jack Walsh (Tom Butler); Becky Ann Baker (Nancy); Gary Cole (Baxter); Bob Davis, Peter Syvertsen, Tom Carey, John Paxton, Jill Sayre.
Sinopsis: En un pequeño pueblo del Medio Oeste, tres amigos descubren los restos de un avión accidentado. En el interior de la aeronave encuentran una bolsa que contiene más de cuatro millones de dólares, que acuerdan repartirse entre ellos.
Sam Raimi, director que triunfó por todo lo alto con Posesión infernal y siguió disfrutando del éxito gracias a las dos secuelas de esa película, parecía abducido por el cine comercial malo después del fiasco de Rápida y mortal. Por eso, su siguiente film, Un plan sencillo, constituyó una resurrección en toda regla.
El primer acierto de la película está en su misma génesis: Scott B. Smith, autor de la novela en la que se basa el film, fue también el autor del guión cinematográfico. Y Smith sabe de lo que habla: del Medio Oeste norteamericano como marco de un completo tratado de la estupidez y la codicia humanas. Comparada a menudo con Fargo, por aquello del paisaje siempre nevado de la América profunda y la violencia que se desata en un lugar en apariencia tranquilo, Un plan sencillo posee infinidad de méritos propios, el principal de los cuales es desarrollar, con mucha coherencia y no poco humor negro, un punto de partida más que prometedor. Si hay algo que une a todos los pobres del mundo es su deseo de dejar de serlo. En la gran mayoría de los casos, ese ascenso en la escala social sólo puede ocurrir gracias a un golpe de suerte. Aquí no ocurre gracias a la lotería, sino a una bolsa llena de dinero que encuentran tres paletos del Medio Oeste entre los restos de un avión sepultado por la nieve. Uno es el borracho del pueblo; los otros dos son hermanos: el mayor tiene estudios, un trabajo estable y una esposa a punto de dar a luz. El otro, medio retrasado, está en el paro y sueña con poder recuperar la granja que perteneció a sus padres. Los tres acuerdan que Hank, el único que tiene un empleo, guarde el dinero y, si al cabo del tiempo nadie lo reclama, repartírselo a partes iguales. ¿Qué podía fallar? Visto el cuadro, la respuesta sale sola: absolutamente todo.
Un plan sencillo es la eterna historia de lo que ocurre cuando Dios le da pan a quien no tiene dientes. Raimi, que aprovecha su experiencia en el cine de terror y utiliza símbolos animales tan obvios como los cuervos y el zorro entre gallinas, maneja con excelente pulso un guión espléndido, escrito por un individuo que conoce muy bien a sus semejantes. Las reacciones de los personajes son verosímiles: a la sorpresa inicial por el millonario hallazgo, le suceden el miedo a ser descubiertos, la codicia y, finalmente, la desconfianza mutua que lleva al todos contra todos. Pura naturaleza humana. Sintomático es el comportamiento de Sarah, la esposa de Hank: para quienes tenemos cierta querencia por el humor pelín cruel, resulta divertido ver el profundo sentido de la ética que posee esa señora cuando su marido le plantea el hallazgo del dinero como una mera hipótesis, y la perra codiciosa que demuestra ser desde que ve los billetes con sus propios ojos. Raimi no olvida que su película no es otra cosa que un cuento moral, y nos ofrece una valiosa lección: hay un tipo de ser humano más peligroso que el idiota; son quienes creen no serlo.
No considero a Sam Raimi un director especialmente virtuoso en el aspecto visual, pero aquí está lo bastante inspirado como para ilustrar con estilo una historia potente. O quizá podríamos decir que la sangre luce muy bien sobre la nieve. En todo caso, la fotografía y el montaje son de calidad, y la música de Danny Elfman sigue estando, a mi entender, entre sus mejores trabajos más allá del universo Tim Burton.
El plantel de actores, sin estrellas pero con buenos intérpretes, consigue que el espectador crea que está ante una pandilla de garrulos del Medio Oeste, lo cual es clave para que la película funcione. Entre todo el elenco, destaco a Billy Bob Thornton, camaleónico actor que siempre consigue destacar. Me encanta la manera en la que Thornton capta la expresión de un débil mental cuando es consciente de su propia maldad y de que el dinero, en el dudoso caso de que le convirtiera en alguien distinto, no va a hacerlo gratis. Bill Paxton, que interpreta a quien en teoría es la cabeza pensante del grupo, sabe mostrar las dudas y el miedo de un hombre, en el fondo, pusilánime. Bridget Fonda, actriz que nunca me entusiasmó, incorpora con eficacia a un personaje importantísimo, y Brent Briscoe cumple con buena nota.
Soy de la opinión de que el dinero y las drogas tienen tan mala prensa porque muestran el verdadero rostro de las personas. Desde Avaricia, la obra maestra de Von Stroheim, un puñado de muy buenas películas han sido la mar de útiles para mostrar esta gran verdad con coartada artística. Un plan sencillo, la mejor película de Sam Raimi, merece un lugar destacado entre esos films.